El barrio en Congreso

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La celebración del X Congreso de los Comités de Defensa de la Revolución, nuestros CDR, nos ofrece una excelente oportuni­dad para evaluar la efectividad de las políticas sociales y la ca­pacidad de movilización en la base de la mayor organización de masas de Cuba.

Y nos referimos no solo a las sesiones finales que tendrán lugar esta semana, sino todo el proceso de fortalecimiento desarrolla­do por los CDR a lo largo y ancho del país para llegar a este mo­mento, cuyo signo distintivo ha sido el énfasis en la dinamización de su labor en las diferentes estructuras de dirección.

No es menos cierto que los CDR, como otros eslabones del en­torno comunitario, han sufrido un desgaste en su trabajo coti­diano como consecuencia de múltiples factores que van desde una difícil situación económica persistente en el tiempo hasta —y sobre todo— el debilitamiento y retroceso de determinados valores y prácticas sociales que fueron esenciales desde su na­cimiento y en períodos de mayor esplendor.

No obstante, la genialidad de los Comités como idea de Fidel y aporte del proceso revolucionario a la participación ciudadana en la salvaguarda de la nación y también de sus intereses más legítimos se manifiesta en su permanencia como el más parti­cipativo, democrático y seguro eslabón con que contamos en nuestros barrios y comunidades.

Resulta casi imposible para el ejercicio de gobierno en los municipios prescindir de la capilaridad y alcance que tienen los CDR en su vínculo con la población. Ese escalón fundamental del Poder Popular que representa el delegado de la circuns­cripción, por ejemplo, nada o muy poco podría hacer sin un estrecho vínculo con los integrantes de las zonas y ejecutivos cederistas.

Hay que reconocer el liderazgo notable que representa la ac­tual coordinación nacional de los CDR, que no solo se sustenta en el simbolismo y el empuje de un Héroe popularmente tan querido como Gerardo Hernández Nordelo, sino en un estilo de dirección que jerarquiza la presencia constante en las calles.

No se ha descuidado tampoco la importancia de la comunica­ción social y la interacción con la gente a través de todos los canales posibles, en espacios como Internet donde también ha­cen falta unos CDR virtuales que sean “comités de defensa en redes”, para asumir con inteligencia y sin teque ni consignas la defensa del socialismo y el proyecto revolucionario cubano en el ciberespacio.

Por ello es crucial el rescate del protagonismo juvenil en los CDR, quizás uno de los mayores desafíos que tiene por delante la organización barrial y uno de sus propósitos declarados en los cuales todavía queda un mundo por hacer. Para la concreción de ese objetivo quizás se requiera entonces de la combinación de alianzas más fuertes con instituciones educativas y formativas de la comunidad, para desencartonar la imagen de su membre­sía entre adolescentes y jóvenes.

La motivación de las nuevas generaciones no surtirá efecto mediante discursos y metas numéricas, sino a través del estímu­lo práctico de su protagonismo real y con la entrega de respon­sabilidades, sin esquematismos ni moldes viejos de trabajo, que les permitan aprehender y demostrar con hechos sólidos cuánto de enriquecedor puede ser trabajar por el bien común de algo tan cercano como nuestro vecindario.

Porque muchos de los graves problemas que tenemos hoy en el espacio comunitario, que en no pocos casos rebasan ciertamen­te las posibilidades de los CDR, podrían hallar un alivio y hasta una mejoría sustancial con el protagonismo de la ciudadanía, cuyos proyectos e ideas tienen que encontrar cauce y respaldo siempre en su organización de masas.

Los debates, por tanto, que augura este X Congreso, constitu­yen punto esencial para catalizar ese relanzamiento que necesi­tamos de los CDR, con una misión histórica muy clara que está inscrita explícitamente en su nombre, la cual no ha perdido un ápice de vigencia, aunque los métodos y los contenidos de esa defensa se transformen cada día.

Y también, por qué no, será una renovación de esa naturaleza alegre, hospitalaria y combativa que está en la raíz de nuestra idiosincrasia y que tiene su expresión acaso más feliz, abarca­dora y organizada en los Comités de Defensa de la Revolución.

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