Las imágenes fílmicas se repiten una y otra vez cada 11 de septiembre. Los aviones Hawker Hunter sobrevuelan amenazantes el Palacio de La Moneda, en pleno centro de Santiago de Chile. Finalmente, y contra lo que el sentido común indicaba, descargan bombas, metralla y fuego sobre la sede del Gobierno.
La acción fue absolutamente innecesaria desde el punto de vista militar pues, frente a la articulación conseguida por los diferentes cuerpos del ejército, poco podía hacer el presidente Salvador Allende, acorralado y prácticamente desarmado. El verdadero propósito del operativo fue anunciar que los militares conducidos por el general Augusto Pinochet iban con todo frente a la osadía de la Unidad Popular de pretender fundar un país distinto.
Las secuencias de horror grabadas aquel día de 1973 fueron el último registro que, como funcionario de la Universidad de Chile, realizara el documentalista y académico Pedro Chaskel. Usó una cámara Bolex, de 16 milímetros, con película en blanco y negro. Pocos meses después debió refugiarse en Cuba, donde vivió hasta 1983. Tras el fin de la dictadura regresó a Chile. Ha sido reconocido como el “mítico precursor del Nuevo Cine Chileno” y muchos lo consideran merecedor del Premio Nacional de las Artes de la Representación y Audiovisuales, aunque a sus 91 años aún no le ha sido otorgado.
Como es lógico, Chaskel y su testimonio fílmico han sido parte de las actividades organizadas en Chile para recordar el golpe de Estado. No podía ser de otra manera para quienes defienden el Nunca más desde las diversas plataformas: el cine, la música, la política y la movilización popular.
Sobre esta última vale destacar el activismo de las mujeres que este domingo acudieron a La Moneda. Iban vestidas de negro y llevaban una vela en señal de un luto que no termina. Actualmente, ocho de cada 10 familias con desaparecidos durante la dictadura siguen reclamando justicia. Muchos de los verdugos permanecen en libertad.
Las participantes en la vigilia tenían en sus pechos el cartel NUNCA + y al primer golpe de tambor comenzaron a caminar, “en riguroso silencio y con un mismo ritmo”, hacia la sede gubernamental. Las organizadoras habían alertado acerca de la posibilidad de “provocaciones que puedan venir de personas ajenas a nuestro acto y, por más agresivas que puedan ser, llamamos a mantener la calma”.
Y es que las jornadas de conmemoración no han estado exentas del enfrentamiento que persiste en la sociedad chilena, entre los que valoran a Pinochet como “salvador del comunismo”, y quienes lo denuncian como el rostro visible de la crueldad antidemocrática al servicio de intereses neoliberales de Estados Unidos, herencia que aún persiste en instituciones chilenas.
Así lo denunció, por ejemplo, Gael Palace, de la organización de estudiantes de nivel medio (secundaria), que por estos días han protestado en las calles. No obstante su juventud, los chicos se consideran “víctimas de la dictadura y del sistema educacional y económico instaurado en 1973, pues se negaron a implementar la educación gratuita y un sistema de educación sexual integral”, dijo.
“¿Cómo no manifestarnos si sufrimos las consecuencias de las acciones de esos grupos criminales?”, refirió el joven estudiante a TeleSur. También denunció el régimen de impunidad que ampara a los cómplices de la dictadura pinochetista y afirmó que los estudiantes detenidos violentamente por la policía de carabineros en estos días han sido sometidos a tratos inhumanos y violatorios de los derechos humanos.
Mientras esto sucedía en las calles chilenas, el Gobierno de Gabriel Boric organizaba actos oficiales y varias instituciones trataban de manipular el significado del golpe de Estado, especialmente del ejemplo de civismo legado por Salvador Allende.
De esa última lista solo mencionaré a la Organización de Estados Americanos (OEA), cuyo vínculo con los golpistas ha sido confirmado por documentos recién desclasificados en España. A pesar de ello, el pasado 5 de septiembre, la institución asentada en Washington aprobó una resolución en la que anuncia la decisión de “designar con el nombre de Presidente Salvador Allende Gossens” la puerta principal del emblemático edificio que ocupan en la capital estadounidense. ¡Vaya cinismo!