“Yo siempre digo que nací un primero de septiembre con un libro debajo del brazo”, afirma la ingeniera Ana Margarita Martínez Zequeira, quien asegura que la lectura es una de sus pasiones. “Leer y estudiar es un vicio”, añade.
Cuenta que fue su difunta madre, Margarita Zequeira, una maestra devenida dirigente sindical, quien le creó esos hábitos. “Me regañaba o castigaba cuando lo merecía y la sesión terminaba con un libro en las manos para que aprendiera la lección, así fue también con mis hermanas, Anicia Nancy y Georgina”.
“En mi casa tengo una biblioteca, hay libros por dondequiera; ahora leo también algunos en formato digital, pero el libro físico me encanta, me arropa. Siempre digo que en la vida todo se resuelve con un libro: desde aprender a amar, a cómo educar a un hijo o a hacer los quehaceres del hogar”.
Con ese placer, los estudios no resultaron complejos. Fue una de las alumnas fundadoras de la Escuela Vocacional Vladimir Ilich Lenin, en la cual, asegura, tuvo una de las etapas más bonitas de su vida. “Ocupé responsabilidades en la FEEM, la FEU y también en la UJC y hasta estuve vinculada al grupo de danza”.
Cerca del mar
“Yo tenía que estudiar algo vinculado con el mar, desde chiquita me gustaba. Tal vez estaba influenciada por mi abuelo Julio y también mi tío Julián, quien fueron trabajadores portuarios Así que escogí ingeniería en explotación del transporte marítimo, en el Instituto Superior Politécnico José Antonio Echeverría (CUJAE). Me gradué en 1983”, manifiesta.
Al cabo de los años, recuerda con satisfacción sus prácticas de producción las cuales realizó en la antigua Terminal Aracelio Iglesias, las cuales le permitieron conjugar acertadamente los conocimientos teóricos con la práctica.
Al graduarse, fue designada a la referida entidad. “Cuando subí al primer barco, iba con unos zapatos mocasines que tenían un poquito de tacón. El jefe de barco, me miró y dijo: ‘Ingeniera, lo único que le pido, es que el tacón sea más bajito y, por supuesto, con el overol, es necesario’.
“Quise aprender de todo y preguntaba cómo se hacían las cosas. La primera vez que subí a una grúa fue con unos hermanos que vivían en Jaruco, y eran siempre los primeros en llegar. Me acuerdo que la lingada había que ponerla en el espigón y cayó en el alero del almacén del muelle. Yo me puse a llorar; ellos me dieron confianza y explicaron cómo debía resolverlo. ¡Para mandar en el puerto hay que saber hacer las cosas!”, subraya.
Pronto, la jovencita, ganó la admiración y el cariño de los portuarios. “Tan así es, que, a los tres meses de estar allí, mi papá falleció y en el funeral estaban los jefes y los estibadores. Siempre me respetaron: los abakúas, los paleros, todos me ayudaron y dieron consejos muy buenos. Tenía mis reglas: delante de mí, ni malas palabras, ni obscenidades”.
A los siete meses estar en Aracelio Iglesias, Ana Margarita fue promovida a jefa de Organización de los Trabajos y los Salarios (OTS). Durante siete años estuvo al frente de ese departamento, lo cual le dio una visión completa de todas las áreas. “Es preciso aprenderte los procesos tecnológicos para valorar si es eficiente; conocer las leyes y normas de recursos humanos, además dominar asuntos de economía para poder decir cuánto vale un proceso o cuánto gana el hombre. Eso fue una escuela”, alega.
Posteriormente la ingeniera pasó a la terminal Margarito Iglesias, primero como directora comercial y después de directora general. “Ahí se desarrolló un experimento interesante, impulsado por el desaparecido general de división Senén Casas Regueiro, cuando fungió como ministro de Transporte. El día en que operábamos un barco, hacíamos multioficios, hasta la secretaria se ponía en funciones y repartía la merienda.
“Desde ese sitio se garantizaban las exportaciones que hacía el país, fundamentalmente de tabaco y cítricos. Cuando entraba un barco, nadie salía de la unidad hasta que no se terminaba de manipular la carga. Era total consagración”, alega.
Otra experiencia vital para esta mujer fue dirigir la empresa de reparación de contenedores, SERVICOM, en la cual, en un inicio, existían dificultades que pudieron encaminarse. “Lo primero fue organizar el trabajo y comprometer a los trabajadores; exigir y controlar.
“También impulsamos la superación de muchos compañeros, algunos hacían funciones de técnico en refrigeración, pero no podían ser evaluados como tal, pues no tenían el duodécimo grado. Se organizaron cursos a través del ministerio de Transporte. También se aplicó el sistema de estimulación que llevábamos a cabo en el Margarito Iglesias, y ellos se sintieron atendidos”.
Siempre junto a los trabajadores
Para la actual especialista en actividad marítimo portuaria en la dirección de Operaciones, en el Grupo Empresarial Marítimo Portuario (GEMAR), nada ha sido imposible. Reafirma que dirigir a los portuarios no ha sido tan complejo como pensaba. “Lo importante es hablarles de frente y explicarles cualquier situación con la verdad por delante. Hay que mantener la comunicación con el colectivo, preocuparse y ocuparse de sus problemas”.
En octubre de 2022 se jubiló, pero no tuvo tiempo de extrañar porque enseguida fue recontratada en la misma actividad. “Nada ha cambiado, siempre estoy de visita en los puertos, creo que al que menos voy es al de La Habana”.
Madre de dos hijos, Anayra y Ray, expresa estar orgullosa de ellos, así como del apoyo incondicional de su familia. “Somos uno, donde hay un problema, ahí estamos todos”. En su rato libre, también dedica tiempo a supervisar su patio sembrado de plátanos, frijoles y flores. “Me gustan mucho las orquídeas y las plantas medicinales”.
Máster en Gestión Integral del Transporte, no pierde oportunidad para seguir superándose. También participó en un curso sobre Tecnologías de los Alimentos para su Inocuidad, realizado en China, lo que le ha permitido en la actualidad adentrase en ese tema dentro de la OSDE GEMAR.
Sin detenerse en sus metas, está feliz del camino recorrido, pero aún le quedan sueños por cumplir: leer un montón de libros que tiene pendientes, y lograr su grado de Doctora en Ciencias Tecnológicas. No hay dudas de que la huella de Ana Margarita quedará no solo en el puerto, sino en el corazón de las personas que ama.