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Con Filo: Los comienzos

El primero de septiembre es una de esas fechas parteaguas que identificamos con el comienzo de una nueva etapa. Días más, días menos, cada año por esta época hay cientos de miles, millones quizás, de personas con elevadas expectativas alrededor del inicio de alguna fase importante para sus vidas.

Pero no todo el mundo reacciona igual ante la proximidad de un comienzo, cualquiera que este sea. Por la manera en que individuos e instituciones afrontan estas imprescindibles arrancadas es posible evaluar muchas veces su madurez e inteligencia, o su eficacia y organización, respectivamente.

Cualquier empezar tiene siempre cierto grado de dificultad, incluso en el mejor de los casos, cuando la persona o colectivo previeron con detenimiento todo lo que debían hacer en ese momento decisivo.

Siempre pueden existir detalles que escapan a lo planificado, sorpresas de última hora, a veces para bien, pero también puede ocurrir que para mal.

El modo en que asumimos ese comienzo, esperado o no, definirá la mayoría de las veces lo constructiva y enriquecedora que podrá llegar a ser el periodo que se inicia, o las deficiencias y obstáculos que tendremos que superar.

Hay quien prefiere dejarse sorprender por los comienzos. Lo deja todo a su buena suerte, o confía en la capacidad para improvisar en el momento justo en que le hará falta. Sin dudas, actitudes de este tipo son muy riesgosas, y en no pocas ocasiones pueden conllevar a fiascos.

Los daños de no preparar bien un comienzo pueden ser desde psicológicos y emocionales para las personas, hasta económicos y sociales para las entidades y colectivos. Ninguno, ninguno de ellos debe subestimarse o minimizarse.

En el otro extremo está la tendencia a hiperbolizar la trascendencia del comienzo. Se pone todo el empeño, los recursos y la atención en la magnificencia de ese inicio, muchas veces sin pensar en todo el tiempo que vendrá después.

Parecería que con una deslumbrante arrancada estarán resueltos todos los problemas, o al menos, quedarán ocultas las debilidades y amenazas que afloran más tarde sin remedio.

A esta tendencia a menudo debemos también bastantes y severos contratiempos. Inauguraciones o primeras impresiones que luego no se corresponden con la realidad que deberá caracterizar el resto del largo periodo que resta por delante, lo cual provoca desencantos, escepticismo, y en el peor de los casos, pérdidas irreparables por la incapacidad para hacer sostenible lo que solo fue… un comienzo espectacular.

En la posición intermedia, con todos los matices que ello implica, está la valoración objetiva de lo que representa comenzar algo, ya sea una relación humana, un curso escolar, un proceso político o una nueva etapa laboral, y disponer de lo preciso para que resulte un instante significativo, emocionante incluso, pero que prepare a personas y colectivos para lo esencial: lo que viene después.

Todo con la debida proporción entre los esfuerzos y recursos que destinamos al inicio y los que luego contaremos para hacer sostenible en el tiempo, si no toda la magia que rodea a la novedad, al menos toda la efectividad de ese inolvidable buen comienzo que siempre anhelamos disfrutar, como una promesa de un mejor futuro.

 

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