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Palco #12: Las palabras se las lleva el viento

Suena el disparo. En las primeras fracciones de segundos Noah Lyles comienza a darse cuenta que no arrancó del todo bien. Ve flashazos a su alrededor y la intuición lo hace salir disparado detrás de esos destellos.

Noah Lyles declaró que espera romper el record de Usain Bolt en 200 metro. Foto: EFE

Es poco tiempo, pero por su mente pasa de todo… En zancadas muy rápidas se devora los primeros metros y recorta la desventaja. Su cuerpo consigue erguirse totalmente. Vista al frente y perfecta sinfonía de brazos y piernas lo hacen tomar su máxima velocidad.

Todo eso quizás en 50 metros, tal vez en cuatro segundos. Sigue corriendo. Sigue. No importa más nada. Solo correr, contra él mismo y la utopía del 9.58. Contra la desesperación de quien sabe que debe remontar. Segundos eternos.

Da alcance a Coleman y en dos pasos más lo deja atrás. También a Seville. Hughes le intenta plantar cara, pero Lyles se siente fuerte. Va por ese 9.65 que dijo que alcanzaría.

Los músculos bailan por todo su cuerpo cada vez que los pinchos se afincan a la pista. Solo es capaz de escuchar el sonido del viento. Nada más han pasado otros cuatro segundos. Cuatro segundos que parecen una eternidad en el mundo de los veloces.

Al fondo de lo que alcanza a ver está la meta. Noah corre. Se tira y cruza. Campeón indiscutible, por delante de Tebogo y Hughes. Sonríe y busca la marca: 9.83, lo mejor de la temporada, su primer título del orbe en los 100 metros.

Fue veloz. El hombre más veloz de Budapest, aunque algunos le reprochen que, por el momento, habla más rápido de lo que corre.

Foto: AP
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