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África nuestra

Por: Yaima Puig/ René Tamayo

 

«El pueblo cubano ocupa un lugar especial en el corazón de los pueblos de África. Los internacionalistas cubanos hicieron una contribución a la independencia, la libertad y la justicia en África que no tiene paralelo por los principios y el desinterés que la caracterizan».

Nelson Mandela,

26 de Julio de 1991

Matanzas, Cuba

 

Ningún país en el mundo ha asumido su deuda con su raíz africana como Cuba. Ninguno en más de 400 años, cuando inició el genocida comercio de esclavos africanos, ha hecho tanto por esa parte esencial de su sangre y su cultura. Tantísimos son los hombres y mujeres que desde el inicio de la Revolución cubana han prestado colaboración solidaria en los más diversos rincones de ese continente.

 

Unión de Estudiantes Africanos en Cuba – UEA

Cientos de miles acudieron con las armas, para apoyar o mantener la independencia de muchas de esas naciones; decenas de miles, con su talento, para contribuir en el largo camino de ayudar a salir del subdesarrollo a esa región que es cuna de las civilizaciones, madre del género humano.

Decenas de miles fueron también los niños, adolescentes y jóvenes, muchos de ellos víctimas de masacres racistas, que llegaron a la «isla-hija», donde recibieron abrigo, educación primaria y secundaria, así como formación universitaria. Para ellos, la Mayor de las Antillas se convirtió en «isla-madre». La devoción por Cuba en África es única.

Según explicaba en el pasado mes mayo el embajador cubano Luis Alberto Amoró Núñez, en entrevista a la revista Resumen Latinoamericano, durante todos estos años, en las escuelas cubanas se han formado más de 30 000 profesionales de esas naciones, y hoy más de 4 000 muchachos cursan estudios en ellas. La cooperación en el campo económico y social tampoco ha cesado. Actualmente, más de 7 000 colaboradores trabajan en África en las más disímiles labores, aunque mayormente lo hacen en el campo de la Salud.

Cuba mantiene relaciones con todos los países africanos y en 36 tiene embajadas. En La Habana se asientan 27 sedes diplomáticas de aquella región, lo que convierte a nuestro país en uno de los de América con mayor presencia de esas representaciones.

El apoyo de las naciones africanas a la Resolución contra el bloqueo económico, comercial y financiero que se adopta cada año en la ONU es masivo, y por 14 años consecutivos la Unión Africana aprueba en su seno una Resolución propia que exige el fin de esa política,.

Cuba es país observador en la Unión Africana (UA), la sucesora de la Organización de la Unidad Africana, creada el 25 de mayo de 1963. Uno de sus principios fundacionales fue apoyar la lucha contra el colonialismo y contra el apartheid, dos objetivos supremos en los que el papel de la Mayor de las Antillas ha resultado muy importante.

La UA tiene a su diáspora como una comunidad de «gentes de origen africano que viven por fuera del continente, independientemente de su ciudadanía y nacionalidad, quienes están dispuestos a contribuir al desarrollo del continente y a la construcción de la Unión Africana». A esta comunidad la definen como la Sexta Región, y a Cuba se le tiene como parte especial de la misma, lo cual significa un reconocimiento invaluable a nuestro país.

Los intercambios de delegaciones políticas y diplomáticas entre ambas partes son permanentes y fluidos. El alto nivel de las relaciones políticas, sin embargo, no se refleja de igual manera en lo económico.

Exceptuando los servicios, en los últimos diez años, por ejemplo, el intercambio comercial de mercancías ha tendido al estancamiento o la caída, según confirman las series del Anuario Estadístico de Cuba. No obstante, es intención de La Habana y también de muchos gobiernos africanos, alentar las relaciones en el campo económico.

Fidel en África, África de Fidel

Decisivo fue el aporte de Cuba para la descolonización en África y el fin del apartheid. De entre todos los cubanos, sobresale un nombre: Fidel Castro Ruz.

De él, Nelson Mandela diría, en la conferencia de prensa conjunta que dio con el presidente Bill Clinton, en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, el 27 de marzo de 1998:

«Fidel Castro es uno de mis grandes amigos. Me siento orgulloso de encontrarme entre aquellos que apoyan el derecho de los cubanos a elegir su propio destino. Las sanciones que castigan a los cubanos por haber elegido la autodeterminación se oponen al orden mundial que queremos instaurar. Los cubanos nos facilitaron tanto recursos como instrucción para luchar y ganar. Soy un hombre leal y jamás olvidaré que en los momentos más sombríos de nuestra patria, en la lucha contra el apartheid, Fidel Castro estuvo a nuestro lado».

El de Mandela, fue un sentimiento que compartieron todos los líderes progresistas de África, los padres fundadores de su independencia, con los cuales el Comandante en Jefe mantuvo profundos lazos de hermandad desde inicios de los años 60, los que se forjaron en el ideario y el hacer, en la lucha y el sacrificio.

El 12 de diciembre de 2005, en el acto conmemorativo por el Aniversario 30 de la Misión Militar Cubana en Angola y el Aniversario 49 del Desembarco del Granma, Día de las FAR, Fidel meditaba sobre algunos momentos esenciales de la solidaridad de Cuba con aquellos pueblos, de la cual también es icónica y mítica la presencia del Che en el Congo.

«Ya en 1961 —narraba Fidel—, cuando el pueblo de Argelia libraba una asombrosa lucha por su independencia, un barco cubano llevó armas a los heroicos patriotas argelinos y a su regreso traía un centenar de niños huérfanos y heridos de guerra. Dos años más tarde, cuando Argelia alcanzó la independencia, esta se vio amenazada por una agresión exterior que despojaba al desangrado país de importantes recursos naturales. Por primera vez tropas cubanas cruzaron el océano y, sin pedirle permiso a nadie, acudieron al llamado del pueblo hermano.

«También por aquellos días, cuando el imperialismo arrebató al país la mitad de sus médicos dejándonos solo 3 000, varias decenas de médicos cubanos fueron enviados a Argelia para ayudar a su pueblo. Se iniciaba de ese modo (…), lo que hoy constituye la más extraordinaria colaboración médica a los pueblos del Tercer Mundo que ha conocido la humanidad.

«En ese contexto —añadía el líder cubano— comenzó, a partir del año 1965, nuestra colaboración con la lucha independentista en Angola y Guinea Bissau, que consistió esencialmente en la preparación de cuadros, envío de instructores y ayuda material».

Y agregaba más adelante, a propósito de la Revolución de los Claveles (1974) y el inicio de la desintegración del imperio portugués: «Guinea Bissau logró la independencia en septiembre de 1974; allí alrededor de sesenta internacionalistas cubanos, entre ellos una decena de médicos, habían permanecido junto a las guerrillas diez años, desde 1964. Mozambique, tras dura lucha de su pueblo bajo la dirección del FRELIMO y su líder, el inolvidable hermano y compañero Samora Machel, alcanzó su definitiva independencia a mediados de 1975, y en julio de ese mismo año, Cabo Verde y Sao Tomé lograron igualmente ese objetivo».

«En el caso de Angola, la más extensa y rica de las colonias portuguesas, la situación sería sumamente distinta», contaba Fidel.

Fidel en Angola.

Angola, entrañable

A fin de frustrar la proclamación de la independencia de Angola, la cual se concretaría el 11 de noviembre de 1975, el Gobierno de Estados Unidos accionó un plan encubierto para aplastar los legítimos intereses de ese pueblo e imponerle un gobierno títere.

Para ello se alió con el régimen fascista de Sudáfrica, que ya a mediados de octubre de 1975 atacaba por el sur rumbo a Luanda, y el zairense de Mobuto, cuyo ejército, junto a tropas mercenarias, lo hacía por el norte y también se acercaba a la ciudad capital.

«En ese momento solo había en Angola 480 instructores militares, llegados al país semanas antes en respuesta a la solicitud —decía Fidel— que nos hiciera el Presidente del MPLA, Agostinho Neto», quien «sencillamente nos pidió cooperación para entrenar los batallones que integrarían el ejército del nuevo Estado independiente. Los instructores sólo poseían armamento ligero».

En los primeros días de noviembre, un pequeño grupo de instructores cubanos y sus bisoños alumnos del Centro de Instrucción Revolucionaria de Benguela enfrentaron valientemente al ejército racista, y decenas de jóvenes angolanos murieron, ocho instructores cubanos perdieron la vida y siete resultaron heridos. Cuba, en coordinación con el presidente Neto, decidió entonces el envío de tropas especiales del Ministerio del Interior y unidades regulares de las Fuerzas Armadas Revolucionarias en completa disposición combativa, las que fueron trasladas por aire y mar para enfrentar la agresión del apartheid.

«Nuestros instructores no serían abandonados a su suerte, ni tampoco los abnegados combatientes angolanos, y mucho menos la independencia de su patria, tras más de 20 años de heroica lucha. A diez mil kilómetros de distancia, tropas cubanas herederas del glorioso Ejército Rebelde entraban en combate con los ejércitos de Sudáfrica, la mayor y más rica potencia en ese continente, y contra Zaire, el más rico y bien armado títere de Europa y Estados Unidos», narraba el Comandante en Jefe en sus reflexiones.

Se iniciaba así  «lo que dio en llamarse Operación Carlota, nombre en clave de la más justa, prolongada, masiva y exitosa campaña militar internacionalista de nuestro país».

«A finales de noviembre —agregaba Fidel— la agresión enemiga había sido detenida en el norte y en el sur. Unidades completas de tanques, abundante artillería terrestre y antiaérea, unidades de infantería blindada hasta nivel de brigada, transportadas por buques de nuestra Marina Mercante, se acumulaban rápidamente en Angola, donde 36.000 soldados cubanos iniciaron una fulminante ofensiva».

En 1976, en una visita a Angola del compañero Raúl Castro Ruz, ministro de las FAR, se analizó con el presidente Agostinho Neto —debido a presiones del Gobierno soviético, preocupado por las reacciones de Estados Unidos—, la necesidad inevitable de una retirada gradual y progresiva de las tropas cubanas en un lapso de tres años, tiempo que ambas partes, Cuba y Angola, consideraron suficiente para formar un fuerte ejército angolano.

Sin embargo, el empecinamiento y confabulación de Estados Unidos y Sudáfrica, y su conjura de los años 80 con el «compromiso constructivo» y el «linkage» de Reagan, así como sus dolorosas y dramáticas consecuencias, «hicieron necesario nuestro apoyo directo al pueblo de Angola durante más de 15 años», argumentaba Fidel en el acto de aquel 2 de diciembre de 2005.

«Lo que es determinante para la unidad es la ideología, no la geografía»

África Austral: independencia y fin del apartheid

A pesar del encono con que Washington y Pretoria hilaban sus estrategias para mantener el estatus quo en África Austral, en la década de los 80 del pasado siglo crecería la lucha de los pueblos de Namibia, Zimbabwe y Sudáfrica contra el coloniaje y el apartheid, y Angola se convertiría en un sólido baluarte de esos pueblos, a los que Cuba brindó también todo su apoyo.

Kassinga, Boma, Novo Katengue y Sumbe —señalaba el Comandante en Jefe—, serían entonces escenarios de los crímenes del apartheid contra los pueblos de Namibia, Zimbabue, África del Sur y Angola, y a la vez ejemplos patentes de nuestra solidaridad combativa frente al enemigo común.

La ciudad de Sumbe, donde no habían tropas cubanas ni angolanas, solo médicos, profesores, constructores y otros colaboradores civiles que el enemigo pretendía secuestrar, fue un ejemplo de la saña imperial y racista, pero también de la reciedumbre de nuestra gente. Los cubanos que allí estaban resistieron el ataque «con sus fusiles milicianos junto a sus hermanos angolanos, hasta que la llegada de refuerzos puso en fuga a los agresores». Siete cubanos cayeron aquella vez en el desigual enfrentamiento.

El Líder de la Revolución Cubana señalaría que Sumbe fue solo «un ejemplo, de los muchos que podrían mencionarse, del sacrificio y valor de nuestros internacionalistas, militares y civiles, prestos a entregar su sangre y su sudor cada vez que fue necesario, junto a los hermanos angolanos, namibios, zimbabuenses, sudafricanos; en fin, de todo el continente, ya que podría añadirse argelinos, congoleses, guineanos, caboverdianos y etíopes».

En su discurso del 2 de diciembre de 2005, Fidel también analizaría la gran invasión sudafricana de finales de 1987, cuando Pretoria y Washington lanzaron el último y más amenazador golpe contra Angola, al atacar una fuerte agrupación de tropas angolanas, y luego dirigirse, en profundidad, hacia Cuito Cuanavale, antigua base aérea de la OTAN.

«En un esfuerzo titánico, pese al serio peligro de agresión militar que también se cernía sobre nosotros, la alta dirección política y militar de Cuba decidió reunir a las fuerzas necesarias para asestar un golpe definitivo a las fuerzas sudafricanas. Nuestra patria repitió de nuevo la proeza de 1975. Un río de unidades y medios de combate cruzó rápidamente el Atlántico y desembarcó en la costa sur de Angola para atacar por el suroeste en dirección a Namibia mientras, 800 kilómetros hacia el este, unidades selectas avanzaron hacia Cuito Cuanavale y allí, en unión de las fuerzas angolanas que se replegaban, prepararon una trampa mortal a las poderosas fuerzas sudafricanas que avanzaban hacia aquella gran base aérea».

Esta vez Cuba reunió 55 000 soldados en Angola. Las acciones cubano-angolanas de entonces pusieron punto final a la agresión militar. «El enemigo tuvo que tragarse su habitual prepotencia y sentarse a la mesa de conversaciones. Las negociaciones culminaron con los Acuerdos de Paz para el Suroeste de África, firmados por Sudáfrica, Angola y Cuba en la sede de la ONU en diciembre de 1988», analizaba el Comandante en Jefe.

A las conversaciones —señalaba Fidel— se «les llamó cuatripartitas, porque en ellas participábamos de un lado de la mesa angolanos y cubanos y del opuesto los sudafricanos. Estados Unidos ocupaba el tercer lado de la mesa ya que fungía como mediador. En realidad, Estados Unidos era juez y parte, era un aliado del régimen del apartheid, le correspondía sentarse junto a los sudafricanos».

La misión internacionalista estaba cabalmente cumplida, resumiría más adelante en su discurso el Comandante en Jefe. «Nuestros combatientes iniciaron el regreso a la patria con la frente en alto, trayendo consigo únicamente la amistad del pueblo angolano, las armas con que combatieron con modestia y valor a miles de kilómetros de su patria, la satisfacción del deber cumplido y los restos gloriosos de nuestros hermanos caídos.

«Su aporte resultó decisivo para consolidar la independencia de Angola y alcanzar la de Namibia. Fue además una contribución significativa a la liberación de Zimbabue y la desaparición del odioso régimen del apartheid en Sudáfrica».

Cuba —agregaba más adelante— cumplió con lo que dijera el insigne líder anticolonialismo Amílcar Cabral: «Los combatientes cubanos están dispuestos a sacrificar sus vidas por la liberación de nuestros países, y a cambio de esa ayuda a nuestra libertad y al progreso de nuestra población lo único que se llevarán de nosotros son los combatientes que cayeron luchando por la libertad».

Misión Carlota: Por Angola, por África, por Cuba

Desde la primera misión en Argelia, en 1963, hasta 1991, cuando los últimos internacionalistas cubanos salieron de Angola, 380 000 combatientes y 70 000 colaboradores civiles prestaron servicio en el continente. De ellos, 2 107 cayeron en las luchas por la independencia de los pueblos de África Austral.

El 26 de Julio de 1991, en el acto por el 26 de Julio, celebrado en la provincia cubana de Matanzas, Nelson Mandela señalaría: «Hemos venido aquí con gran humildad. Hemos venido aquí con gran emoción. Hemos venido aquí conscientes de la gran deuda que hay con el pueblo de Cuba. ¿Qué otro país puede mostrar una historia de mayor desinterés que la que ha exhibido Cuba en sus relaciones con África?»

En un acto de masas en Mandela Park, en Kingston, Jamaica, el 30 de julio de 1998, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz señalaría: « ¿Qué hacíamos nosotros, sino pagar nuestra deuda con la humanidad, nuestra deuda con África, nuestra deuda con aquellos que lucharon por nuestra dignidad, con aquellos que lucharon por nuestra independencia en muchos campos de batalla? Eso es lo que hemos hecho, no merecemos ningún especial reconocimiento, no merecemos ninguna especial gratitud, simplemente cumplimos un deber».


Nota: Para la elaboración de este material se emplearon varios despachos de prensa. Para reflejar los vínculos actuales, se utilizó el texto Cuba es un pedazo también de África, entrevista del medio Resumen Latinoamericano al Embajador Luis Alberto Amoró Nuñez, Director de África Subsahariana del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, fechada el 24 de mayo de 2023.

 

Amigos entrañables.

(Tomado de presidencia.gob.cu)

 

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