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@En Redes: García Lorca, afluente del río Guadalquivir

Tomado de @Rafael_Narbona

Un 18 de agosto moría asesinado por el fascismo (Federico) García Lorca, un afluente del río Guadalquivir. Sus verdugos madrugaron para interrumpir su curso y enterrar su cauce, pero García Lorca siguió fluyendo por debajo de la tierra. Su voz continúa estremeciendo a los árboles, que florecen cada primavera porque beben de sus poemas.

 

 

El odio ha ocultado los restos de García Lorca. El odio se ríe de los que lloran al poeta, anhelando una tumba sobre la que derramar sus lágrimas. El odio es tan obtuso que no advierte su derrota. García Lorca regresa cada primavera. Es la rama que se hincha de flores. Es la claridad que hace retroceder el invierno. Es el sol que dora la tarde. Es el niño que se cae al suelo y se levanta con una sonrisa. Es una muchacha que besa a otra muchacha, sin miedo al qué dirán.

Las jovencitas ya no se ocultan para acariciarse ni para decirse cuánto se aman. Esas muchachas acudieron al barranco del Víznar y se encontraron a García Lorca, paseando del brazo con Luis Cernuda.

Luis Cernuda le decía: “Te mataron, porque eras / verdor en nuestra tierra árida / y azul en nuestro oscuro aire” y Lorca, agradecido, le respondía: “Vuelve hecho luna: con mi propia mano / lanzaré tu manzana sobre el río / turbio de rojos peces y verano”.

Ahora que ambos están muertos, habría que recordar el menosprecio de sus contemporáneos. Para muchos, sólo fueron dos maricas. Algún profesor de literatura nunca leerá a sus alumnos, los versos que Cernuda dedicó a García Lorca en la hora de su muerte: “Mira los radiantes mancebos / que vivo tanto amaste / efímeros pasar juntos al fulgor del mar”. Esos profesores no merecían enseñar. Esconden una piedra en el bolsillo o tienen miedo a la verdad.

García Lorca y Cernuda no escribieron para añadir un nuevo laurel a nuestras letras. No escribieron para la gloria de España. Escribieron para la gloria de los maricas. En una tierra donde aún perdura “la hiel sempiterna del español terrible” (Luis Cernuda), sus poemas son un rayo de sol que aleja la sombra del odio y la intolerancia.

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