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A 90 años de la Huelga General de 1933 y la fuga de Machado

El presidente Gerardo Machado huyó de Cuba la tarde del 12 de agosto de 1933, desde el aeropuerto de Rancho Boyeros en un avión anfibio Sikorsky, con cinco acompañantes, sin apenas equipaje pero con varias maletas atestadas de dólares y el tiempo justo para mirar desde la altura, a distancia segura, cómo los revolucionarios que tomaron la terminal aérea minutos después del despegue disparaban sus armas inútilmente hacia el cielo.

 

 

La huida del dictador probablemente hubiera sido imposible, de no haberla emprendido desde su finca de recreo La Nenita, en los alrededores de Santiago de las Vegas, al sur de la capital, localidad que escogió para construir su residencia de campo a menos de cuatro kilómetros del también recién edificado aeródromo, que permaneció bajo su control en aquellos últimos minutos de su estancia en la Isla, después que el ejército le negó su apoyo.

Para Machado aquella última estancia en su casa probablemente le trajo el recuerdo de cuando en el gran patio agasajó en 1928, con un banquete organizado por los mejores chef de la capital, al mandatario norteamericano Calvin Coolidge, de visita en Cuba para asistir a la VI Conferencia Panamericana en La Habana, lo que interpretó como luz verde del poderoso vecino para su continuidad en el poder en un segundo mandato, aunque tuviera que cambiar la Constitución de 1901.

Fue su mejor época, en la que un cura proclamó en un sermón Dios en el cielo y Machado en la tierra, con lo cual trató de superar en la cota de adulación a uno de sus ministros al pretender erigir una Calzada a más de 10 metros del suelo, desde la terminal de aviones anfibios en el puerto habanero hasta el Palacio Presidencial, para recibirlo con una lluvia de flores tras un viaje a EE.UU., donde garantizó sumisión total a Washington.

En agosto de 1933, después de ocho años de represión, asesinatos, violaciones de la Constitución, entreguismo a Estados Unidos y corrupción, emergieron como enemigos del régimen machadista junto a la izquierda y los movimientos obreros y los estudiantes, los partidos tradicionales y sectores de la burguesía.

La Casa Blanca nombró como enviado especial en ese año a Benjamin Sumner Welles, diplomático muy cercano al entonces presidente Franklin Delano Roosevelt, para aplicar la fórmula de la mediación entre el Gobierno y la oposición de los partidos burgueses, sin tener en cuenta al pueblo, con el fin de salvar el sistema de dominación instaurado con la república neocolonial fundada el 20 de mayo de 1902.

Pero el ambiente insurreccional no se podía controlar fácilmente en las componendas que se realizaban desde la embajada de EE.UU. , y a inicios de julio se inició un paro dirigido por el Partido Comunista en el sector de los obreros del transporte, el cual resultó el detonante para la Huelga General que determinaría la crisis final de aquella dictadura.

Ante esa situación estaba claro para los intereses estadounidenses que la única salida posible era el abandono del poder del dictador Machado, a pesar de las muestras de su total sumisión al poder imperial y su anticomunismo visceral, por lo cual Sumner Welles le garantizó su huida del país por avión.

Pero muy lejos de La Habana otro acontecimiento tendría una consecuencia definitiva en aquellas tormentosas jornadas, a más de 10 mil kilómetros en un sanatorio del Cáucaso, en la URSS, un poeta de 33 años, líder comunista y enfermo terminal de tuberculosis llamado Rubén Martínez Villena recibió la noticia de sus médicos de que su padecimiento era incurable y que solo podría alargar más su vida si permanecía en dicho centro.

Sin embargo, renunciando a todo elemental sentido de conservación decidió dejar atrás el tranquilo lugar y regresó de forma clandestina a la convulsa y peligrosa Habana.

Desde su lecho de enfermo dirigió, en su condición de líder natural del Partido Comunista, la Huelga General de agosto de 1933 que coadyuvó a la derrota de la dictadura, además de elaborar importantes análisis críticos y proyectos para el movimiento obrero y comunista de la Isla y América Latina, con lo cual hizo una gran contribución a la aplicación creadora del marxismo a las realidades del continente.

Villena falleció el 16 de enero de enero de 1934, a los 34 años de edad. Mucho tiempo después, el 26 de julio de 1973, el Comandante en Jefe Fidel Castro en su discurso por el XX Aniversario de los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, habló de los sueños cumplidos del joven revolucionario que clamaba en su poesía: “Hace falta una carga para matar bribones/ para acabar la obra de las revoluciones…/” y afirmó: “El 26 de Julio fue la carga que tú pedías”.

Con la salida de Machado, la embajada de EE.UU. y los partidos tradicionales acordaron el 13 de agosto de 1933 la designación del inocuo Carlos Manuel de Céspedes y Quesada, figura aceptable para el país norteño y quien fue apoyado por el General Alberto Herrera, jefe del ejército.

Céspedes pudo acceder a la presidencia solo por 23 días, al ser depuesto el 4 de septiembre de 1933 por el alzamiento de sargentos y soldados dirigidos por Fulgencio Batista, quien acabaría con el gobierno diseñado por la mediación.

Batista en pocos meses se ganó la confianza de Washington con la traición al movimiento revolucionario y se erigió como el hombre fuerte de Cuba para los próximos 25 años, hasta que la Revolución triunfante lo hizo repetir con mayor organización, aunque no por ello menos vergonzosa, la huida de su antecesor Machado. (Jorge Wejebe Cobo, ACN)

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