La discriminación hacia las féminas abarca muchas esferas. No basta con que ellas lleven la mayor parte del peso de las labores domésticas, durante demasiado tiempo la sociedad se ha encargado de gritarles que son el sexo débil y que por eso tienen menos derechos.
El resquicio salarial es uno de los que más afecta a este grupo poblacional, incluso en países desarrollados. Su impacto es también sicológico, en tanto hace que se vean disminuidas e imposibilitadas de recibir un sustento económico que les permita cuidar de su familia.
Lo anterior no es un comentario de pasada. Diferentes estudios han confirmado que a pesar de los intentos de que exista igualdad entre los sexos; en muchos países los hombres siguen cobrando más.
Nos preguntamos entonces ¿qué es exactamente la brecha salarial de género?: “A diferencia de la desigualdad salarial, que compara los salarios de hombres y mujeres que realizan el mismo trabajo, la brecha salarial de género es la diferencia a nivel de empresa. Esto se calcula por una diferencia porcentual entre los ingresos promedio por hora para hombres y mujeres”, argumenta el sitio web www.sedex.com
Y pudiéramos pensar que esta situación sucede en mayor medida en países subdesarrollados, pero no es así. “Las mujeres en la Unión Europea ganan casi un 12,7 % menos por hora que los hombres, como promedio, aunque existen grandes diferencias entre los países miembros. En el año 2021, la mayor brecha salarial de género fue la de Estonia (20,5 %), mientras que Luxemburgo cerró y la siguiente más baja fue la de Rumania (3,6 %). España se sitúa en una posición intermedia con un 8,9 %”, según el sitio web www.europarl.europa.eu
Los países de nuestro continente también han sido escenario de desigualdades. El machismo arraigado a la cultura y la sociedad, al igual que sucede en otros lares, afecta sin duda la realidad económica de las féminas, quienes sufren numerosísimas injusticias.
“En América Latina, por ejemplo, un informe de Aequales muestra que frente al sueldo de un hombre, el porcentaje salarial de una mujer es cerca de 89,4 %, es decir, una diferencia de 10,6 %, esto para empleados de nivel uno; en tanto que para empleados de nivel dos la cifra sería 77,6 % sobre el salario con una diferencia de más de 22 %”, publica el sitio web larepublica.co
En varias naciones de la región las cifras también son alarmantes. La brecha salarial entre hombres y mujeres en Colombia, por ejemplo, representa el 68 %; en Perú el 72 % y en México el 57 %, afirma el portal informativo.
Pero no son casos aislados. Las estadísticas nos permiten reflexionar que las luchas feministas en todo el orbe no han sido suficientes para lograr el empoderamiento pleno femenino.
América del Norte, no obstante su desarrollo no escapa a esta problemática. Estados Unidos, la economía de mayor impacto a nivel mundial, muestra altos índices de brecha salarial de género, pues las féminas reciben el 76,9 % de la remuneración de los hombres, estadística que la ubica en la posición 27 del ranking a nivel mundial.
El diario español El País aseguró que: “La brecha salarial de género, fuera de la agricultura, es un fenómeno generalizado en toda África subsahariana, donde se estima en un 30 %. Es decir, que por cada dólar que gana un hombre en las empresas, los servicios o el comercio, las mujeres solo consiguen 70 céntimos”.
Otra de las regiones punteras, junto a África, en desigualdades hacia las damas es Medio Oriente. “Arabia Saudita tiene una brecha de género del 63,6 %”. Con ese porcentaje se convierte en uno de los países con mayor brecha de género, enuncia el sitio web datosmacro.expansion.com
Dentro de Oceanía, específicamente en Australia, una mujer cobra una media de 13,3 % menos que el hombre, “es decir, cada semana unos 253,50 dólares australianos (169,31 dólares estadounidenses o 156,25 euros”), de acuerdo al sitio web www.swissinfo.ch
Sin importar el país o el continente en que vivan, la brecha salarial de género lacera la calidad de vida de laws mujeres en todo el mundo, no obstante de su esfuerzo diario. La injusticia se torna más grave aún si agregamos la carga en tareas domésticas que amplían su jornada laboral y la realidad de que en ellas es mayor el riesgo de pobreza en la vejez.
Cuando todas las mujeres reciban, como promedio, una retribución salarial similar a la de sus pares masculinos, podríamos hablar entonces de un mundo equitativo, algo muy lejos de la realidad actual.