Buena parte de quienes se acercan al conocimiento de los sucesos del 26 de julio de 1953, sus antecedentes, preparativos y otros detalles, lo hacen asumiendo una idea tan extendida como incierta: René Miguel Guitart Rosell (Renato) fue el único santiaguero participante en la acción.
Aún cuando diversos investigadores han arrojado luz sobre este asunto, no siempre se conoce con profundidad que totalizan siete hombres, nacidos en esta tierra bravía, y de notable raigambre independentista, los que se unieron al resto de los asaltantes para cumplir el sueño de disfrutar la verdadera libertad.
Innegable es que de todos Renato era quien vivía en la ciudad donde estaba enclavada una de las más importantes fortalezas militares de la nación, pero también tenían raíces santiagueras Emilio Albentosa Chacón, Pedro Miret Prieto y Léster Rodríguez Pérez, en tanto Oscar Alberto Ortega Lora (Nito), Pedro Celestino Aguilera González y Teodulio Mitchell Barbán, eran naturales de Palma Soriano y allí residían.
Santiago de Cuba: un paso adelante
Algunos de los santiagueros participantes en el asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes habían optado por irse a La Habana en busca de horizontes más amplios de estudio y trabajo, en una nación que agonizaba bajo el régimen dictatorial de Fulgencio Batista, llegado al poder tras el golpe de estado del 10 de marzo de 1952.
“Tal estado de cosas despertó la rebeldía, los anhelos de cambios, las ansias de hacer realidad las ideas de José Martí en cientos de jóvenes, santiagueros incluidos, algunos de los cuales militaban en el Partido Ortodoxo y estrecharon vínculos con Fidel Castro.”
Así asegura la historiadora Odalis Marqués Marqués, quien junto a Francisca Ramos Fraga ha investigado y publicado materiales en torno a la participación de santiagueros en los acontecimientos del 26 de julio de 1953.
“Hay que decir que Renato, opuesto desde un inicio al golpe, e integrante de la directiva del grupo Acción Libertadora, conoce a Fidel por intermedio de Pedro y Léster durante su estancia en la capital, en febrero del 53, e inmediatamente se entrega en cuerpo y alma al movimiento revolucionario.
“Asume altísimas responsabilidades, entre ellas elaborar el esquema del Moncada, chequear sistemáticamente los movimientos de la guarnición, acondicionar la Granjita Siboney, participar en el alquiler de los lugares, entre casas y hoteles, que garantizarían la estancia de los combatientes en las ciudades de Santiago de Cuba y Bayamo, además de adquirir armas y municiones.
“Renato, precisa Odalis, aportó personalmente a la causa una considerable suma de dinero, empleando con honestidad los fondos enviados desde La Habana; esto, junto con su designación como jefe de la vanguardia que asaltó la posta 3 del Moncada, habla en muy alto grado de las cualidades que lo caracterizaron, las mismas que les eran afín a Léster, Emilio y Pedro.”
Palma Soriano: otro paso adelante
En la ciudad de Palma Soriano también latía con ímpetu el sentimiento revolucionario, muchos de sus pobladores, principalmente los más bisoños, compartían ideales libertarios inspirados en los protagonistas de las contiendas de 1868 y 1895.
“En ese territorio, explica Odalis, existía una célula del movimiento dirigida por Pedro Celestino Aguilera e integrada, entre otros por Teodulio Mitchell Barbán y Oscar Alberto (Nito) Ortega; ellos en abril de 1953 intercambian con Fidel, quien antes de viajar a la localidad palmera había llegado a la cabecera provincial para ultimar detalles de la acción.
“Vale significar que Teodulio se desempeñó como instructor militar de algunos asaltantes, además de ser el chofer que condujo el vehículo en el que Fidel se trasladó hasta Santiago de Cuba.”
De los siete santiagueros enrolados en la gesta del 26 de julio, uno de ellos, Pedro Celestino, participa en el asalto al cuartel Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, en tanto seis se suman a las acciones armadas que tuvieron como escenario a la ciudad santiaguera: Emilio, Teodulio, Pedro, Léster, Nito y Renato, convirtiéndose estos dos últimos en mártires de la épica hazaña, esa que 70 años después permanece como un acontecimiento trascendental que va en la historia y en la memoria de la patria.