Los recuerdos de la niñez en el municipio Sandino, en Pinar del Río, han quedado como una linda época en la vida de Dianet González Mederos. “Era una niña tranquila, a la que le gustaba jugar a las muñecas o ir al parque que estaba cerca del hogar”, dice.
Así rememora esos días, en que permanecía rodeada del amor de sus padres. “Estaba en quinto grado cuando nos mudamos para La Habana. Me adapté al cambio sin dificultad”.
Confiesa que desde pequeña tenía clara su vocación: “Soñaba con ser maestra o abogada. La vida me regaló la oportunidad de materializar ese anhelo, pues, gracias a la creación del Programa de Formación de Maestros Emergentes pude desempañarme como maestra durante ocho años y, al unísono, estudiar Derecho”, refiere.
Relata que, al concluir los estudios secundarios, en 1998, ingresó en el preuniversitario XX Aniversario, en Mayabeque. Alega que estando en décimo grado, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz hizo el llamado a los jóvenes para que se ingresaran a las escuelas de formación de maestros emergentes de maestros primarios. “Me incorporé, era el año 2001”. Con eso también seguía los pasos de su papá, Tito, Licenciado en Física, quien durante años fungió como profesor.
Con tan solo 16 años, el 3 de septiembre de 2002, Dianet se enfrentó a un aula. “Comencé a impartir primer grado en la escuela primaria Sergio González López, en el municipio Diez de Octubre. Al inicio hubo algunos tropiezos, pero estos fueron superados con el apoyo de los educadores más experimentados, la preparación diaria y el empeño puesto. Durante dos ciclos di clases a los mismos niños; fue muy hermoso. Ser maestros es una misión inigualable que deja huellas imperecederas. Hoy puedo asegurar que esa etapa contribuyó muchísimo en mi formación como persona”.
Sin embargo, la aspiración de convertirse en abogada estaba latente en la jovencita. Y, a la par que impartía clases, estudió Licenciatura en Derecho, en la sede universitaria de Diez de Octubre. Reconoce que “ser jurista no es sólo una profesión, es una vocación, es la decisión de ser responsables de los destinos de otras personas, es la obligación de observar las leyes”.
Motivada por otros proyectos, en el 2010, decidió dar un giro a su vida y empezó a laborar en la empresa de aseguramiento de Transporte Escolar, en la capital.
Salto con derecho
Licenciada en Derecho y ya con experiencia laboral, en el 2014 tuvo la oportunidad de ocupar una plaza como Especialista A en gestión comercial en el ministerio de Comercio Exterior y la Inversión Extranjera (MINCEX).
Con rigor fue cumpliendo las nuevas responsabilidades, y a la vez, en este organismo, asumió, desde 2016, por voluntad de sus compañeros, funciones como dirigente sindical. “En la actualidad, soy la Secretaria General del Buró Sindical del MINCEX. Fui, además, seleccionada como miembro del Comité Nacional del Sindicato de la Administración Pública y formo parte del Consejo Nacional de la CTC”.
Asevera que el trabajo sindical es una actividad que enamora y a la cual hay que dedicarle tiempo, escuchar las preocupaciones de su colectivo y esclarecerlas. Desde su punto de vista, el dirigente sindical debe ser “una persona entusiasta, decidida, valiente. Debe estar dispuesto a defender los intereses de los trabajadores que representa”, añade.
Afirma que la familia ha jugado un jugado un papel primordial en su desarrollo profesional. “Mis padres me han acompañado e impulsado en cada momento. Ahora vivo con mi mamá, Hortensia, ya jubilada. Ella adelanta las cuestiones de la cocina, de los mandados, pero mi esposo, Adonis, y yo, cuando estamos en el hogar, también contribuimos en los quehaceres”.
Dianet ha podido cumplir sus deseos. No obstante, señala que aún le falta uno muy importante: la maternidad. “Es algo pendiente y urgente”, dice y sueña con el día en que pueda estrechar en sus brazos a su retoño.
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