La fe inquebrantable de la nadadora Elisbet Gámez triunfó en San Salvador 2023. Un colofón delicioso para zanjar un camino difícil plagado de contratiempos, y otros vientos que azotan el espíritu humano.
Elisbet se acomoda su pelo mojado. Quizás lo mismo hacía cuando sus brazadas de niña atrevida cortaban las aguas del río Miel en Baraca, Guantánamo. Sonríe plena de alegría. Mordisquea la medalla, y se enfrenta a las grabadoras de los periodistas como mismo retó a sus rivales en la pileta del Polideportivo Merliot, en esta ciudad centrocaribeña.
“Al principio tuve mis dudas. Cuando hay problemas en la preparación pasa eso, tenía en los planes ganar medallas, pero llevarme cuatro doradas y una de plata me alegró mucho, pues serán mis últimos Juegos Centroamericanos y del Caribe”, abunda con un ligero jadeo.
“Estuve unos meses en Tailandia entrenando. Al regreso a Cuba pasé un mal período y me desanimé. No quería seguir el entrenamiento. Mi preparadora se sentó conmigo. Conversamos y salí del bache, gracias también a mis compañeras de equipo”.
Elisbet sabe que sus preseas han prestigiado la natación cubana. Su aporte ya está incrustado en la historia. Tal vez por eso la sonrisa sin temor conquista su iluminado rostro. Quizás también, al menos eso creo yo, porque ha recordado a quienes, siendo ella una niña, le llamaban la sirena del río Miel.