Acaricia mi pecho con naturalidad y la experiencia que le dan los años. Eso me gusta, sacude y provoca. Niego rotundamente que sea amor. Una palabra tan poderosa y mayúscula, que tú desde la distancia la haces sentir cercana.
Me apuntas con un susurro lejano. ¿Cómo puedo simplemente dejarte marchar, abandonarte sin dejar rastro, cuando llevamos casi una vida respirando juntos?
Por segundos me paralizo. Comprendo que ella no busca mi felicidad. Quizás hacerme rehén de una corta, pero turbulenta pasión. Mi espíritu aún no desea nada. Tú lo has atestado de ternura, confidencias y hasta vergüenzas. Pues al final eres la única que me conoce por completo.
Otro beso de ella destierra nuestro diálogo mental y distante. Es uno de esos impulsos que desgarran, engañan a la nostalgia e incluso a las fiebres de la melancolía.
Se acomoda el cabello casi como tú. Es suave y de color indefinido. De olor peculiar y extraño. Su cara madura sonríe. Recóndita, furiosa, casi angelical. Es bella a su manera.
Necesito otra de tus señales. Saber que estás ahí. A ratos no quiero flaquear, pero recuerda que solo soy un hombre.
Ella suspira y entrecierra sus ojos mestizos. Mezcla sus murmullos con palabras y gestos que seducen. Su sensualidad trasmite cansancio y placer. Sus arrugas no opacan su luz.
La noto delgada. Casi ardiente y viva como la mejor llama dulce. Casi como tú, con quien he compartido también risas y dolores. Incluso un puñado de lágrimas. Sí, ambos hemos perdido mucho. Por favor, mírame ahora, te grito en total sigilo, mientras ella quiere robarme una caricia. Lo logra y con desesperación casi erótica, vencido se lo devuelvo.
Quiero aprovecharla, poseerla, al final esto solo se dará una vez en la vida. Una ligera angustia se apodera de mí. En profundo silencio te pido perdón y no temo que huelas mis lágrimas. Solo deseo tu perdón.
Las poderosas campanas de una iglesia truenan y despierto de su embrujo. Ella, sí, esta ciudad me besa. Incluso a veces me muerde con lascivia. Pero no lo dudes, por como me siento ahora, supongo que estaré contigo hasta el final. A ninguna amo como a ti, mi ardiente, inocente y feroz Habana.