Puede ser un vecino, amigo, colega, un desconocido e incluso un familiar.
Tienen diferentes niveles de escolaridad: algunos obreros, otros profesionales, campesinos, amas de casa y están los que no trabajan porque cuentan con familiares en el exterior encargados de enviarles ayuda.
Solo pueden ser reconocidos como “repetidores” cuando inician una conversación comentando la última “noticia”, sin precisar fuentes, pero de manera exacta aseguran que ya es “vox populi”.
Casi siempre el tema tiene que ver con un asunto que nos afecta a todos, ya sea el aumento de los precios de algún producto o servicio, una u otra medida administrativa o cambios en lo que está establecido por ley.
No escapan las cuestiones más disparatadas, la represión y maltrato a los ciudadanos, supuestos desaparecidos, leyes que violan todos los derechos ciudadanos, en fin, siempre hay un tema que provoca la curiosidad del que escucha lo planteado.
Y no son precisamente los odiadores, contrarrevolucionarios o simplemente enemigos de la Revolución, quienes echan a rodar las bolas.
Los que escuchan a los repetidores pecan por estar mal informados y para demostrar a su interlocutor que sí conoce del asunto, apoyan y aportan algo de su cosecha.
El rumor no es noticia. Para ser creíble lo que se dice debe tener como respaldo la fuente, o sino, nos convertimos en simples repetidores de algo que no sabemos.
La mayoría de las veces no se les hace caso, y cuando nuestra respuesta va acompañada de datos que echan por tierra la bola, se callan, buscan otro lugar para lanzarla.
Es nuestra realidad. Viven del cuento y a veces es tan disparatado lo que dicen que nos da risa, pero cuidado, el permitirles que sigan repitiendo una mentira nos hace cómplices.
Usted es libre de su conducta, pero no sea ingenuo, porque puede convertirse en otro repetidor.