El bullicio en la sala del Ministerio de Relaciones Exteriores de El Salvador es casi ensordecedor. Ahí, aunque usted no lo crea, se celebran los carteles del boxeo de los XXIV Juegos Centroamericanos y del Caribe.
Entre tanto gentío de diversas naciones, gesticulando y representando combinaciones de golpes, resalta un hombre alto y delgado, amante del pugilismo como pocos.
Grita, da instrucciones y hasta maldice. Su acento no me engaña. ¡Tú eres cubano!, le digo casi gritando. Tú también mi hermano, apunta y aprieta mi mano con la fuerza de la nostalgia.
“Soy Pedro Nieves Valdés, de Pinar del Río. Trabajo con el equipo nacional de El Salvador y estoy orgulloso de impartir acá los conocimientos que adquirí en Cuba.
“Apenas llevo ocho meses aquí, sin embargo, ya estoy enfrascado en tratar de implementar algunos de los elementos formativos que existen allá.
“No es nada fácil, incluso no puedo decir que pronto lograremos un campeón panamericano, mundial y menos olímpico, pero ya hemos identificado un grupo de muchachos que tienen condiciones y garras.
“En El Salvador el fútbol es el deporte que más gusta, aun así, creo que paso a paso podamos inculcarles el boxeo, que tiene un montón de variantes, como la educativa y de inclusión”.
Pedro habla hasta por los codos. Conversamos de sus incursiones en torneos nacionales, de tradiciones, recuerdos, alegrías, de amores e incluso hasta del café. No se detiene, destila felicidad y eso cuando se está lejos se agradece.
Solo el inicio de una pelea que involucra a un cubano frena su verbo feliz.
“Mi hermano —apunta con los ojos bien abiertos sobre el ring, y atenazando con su mano derecha mi hombro— cuando pelea uno de los nuestros no puedo contenerme. A veces les reparto instrucciones mentalmente. Los golpes que deben emplear, la táctica. Es bien fuerte. Creo que estoy arriba del ring; incluso en Cuba donde los torneos se viven de una manera especial. Eso, señala tocándose el corazón, se lleva bien adentro. Nadie te lo puede quitar. Te lo digo yo que como tú soy de allá”.
Pedro Nieves se despide. Es tan alto que sobresale entre la muchedumbre.
“Aquí el boxeo cubano la pondrá dura. Eso no lo duda nadie. Anótalo ahí chamacón”, me grita con tal fuerza que creo lo escucha toda la sala.