Al cubano Arley Calderón (61 kg) no hubo quien le tosiera en la pugna de los 61 kg del levantamiento de pesas de San Salvador 2023. Hubo quien lo intentó y se quedó en la cuneta. Es cierto que en la batalla no todo el premio resultó mayor, pues capturó un bronce (arranque), pero me quedo con su fuerza y bravura, esa que lo impulsó a levantar también un oro en envión, que catapultó el optimismo de los forzudos cubanos para lo que se avecina en estos Juegos.
Les cuento que el colectivo técnico temía una emboscada de varios rivales, y así fue, hicieron poco por camuflarla colombianos y venezolanos pues las pesas van de eso. Mucho poder intimidatorio. Levantar más y más. La puesta en escena fue tremenda. En cada intento el cuerpo técnico de pie, saltando y estimulando. En las gradas los grupos de forzudos empujando con gritos de ánimo y alguna palabrita salida de tono en voz baja. Todo eso con mucho color, banderas y amor patrio. A un costado un diminuto colectivo de aficionados ensayaba una risible coreografía, mientras que el cantico de un niño pequeño rebotaba con tímida fuerza por los recovecos del perímetro.
Arley levantó su coraje. El mismo que impulsó a Daniel Núñez y otros. Es cierto que los adversarios salieron a “morder” y casi lo logran, pero una vez superada la tensión fue a lo suyo. Ejecutar con calidad los movimientos idóneos para coronar una jornada de coloso. Su estrategia y poder fueron las más certeras. Lo que probó con persistencia y ganó con coraje.
Dicen pues no lo vi, que apenas habló tras el triunfo y que su mirada expresó muchas cosas. ¿La más importante? “Esta medalla de oro es para mi familia, también para Cuba”.
