Cuando lo condecoraban con el Título Honorífico de Héroe del Trabajo de la República de Cuba lo observaba en silencio desde mi televisor, conmovida rememoré aquella primera entrevista en 1990 que aún conservo. Poco después una llamada telefónica selló mi júbilo: ¡Hermana, sueño cumplido!
Vino a mi mente entonces su campamento de caña, sus compañeros de la brigada Elpidio Sosa, me imaginé el regocijo de Ramón A. Clavero, otro Héroe del Trabajo, jefe de la brigada cañera Mal Tiempo, quien fue su ejemplo. Pensé al verlo con la estrella dorada en el pecho; también los días angustiosos de la enfermedad que lo paralizó una etapa…
Manuel Soliño Guevara, el Pionero, es un luchador que triunfa. Y sabe la vida cuánto es de los que no se cansan, de los que se empinan por encima de los obstáculos, de los que encuentran siempre el empuje para seguir adelante.
El sector del turismo tiene en este trabajador un paradigma: cantinero, dependiente, capitán de salón y machetero durante más de dos décadas.
Cantinero y machetero
Le dicen el Pionero desde el mismo día que llegó adolescente a un campamento cañero. Por su imagen de niño bueno en medio de hombres, buenos, pero rudos por la faena azucarera, se le bautizó con el apodo que lo acompaña desde entonces.
“Aquello fue un impulso, brindé mi disposición a ir voluntariamente a la zafra de 1990, como se dice di el paso al frente para cortar caña. Nadie quería ir, imagínate en aquella época era duro perder propina, yo no pensé en nada de eso. Trabajaba en ese entonces en el hotel Santa Clara Libre, antes había sido dependiente en el hotel España, de Caibarién, me había preparado en esta profesión en instalaciones de Varadero”, evocó.
“Después fueron 24 contiendas”, pronunció la cifra, que asombra a cualquiera, con la más absoluta naturalidad, pero detrás de esta, quienes lo conocen saben que hay entrega, esfuerzo y privaciones que son heroicidades.
Es mejor no preguntarle acerca del primer machetazo a la gramínea: “Casi me rajo… Por suerte, poco después integré la brigada Mal Tiempo, una de las más destacadas del país, que dirigió Clavero, quien fue mi maestro en el corte y mi inspiración. Cuando llegué a su brigada diariamente se ponía en una pizarra la lista de los macheteros, yo estaba en el número 20. Me decía para mis adentros ‘guapea, tienes que ser de los primeros’. Para lograrlo cree mi estrategia: casi no descansaba en los mediodías ni los fines de semana, hasta que terminé la zafra en el número cinco”, afirmó y parece que está en medio del campo, machete en mano yéndole para arriba al cañaveral.
Con tal voluntad solo se podía tener éxitos: llegó a ser el mejor machetero joven de la nación, ganó la Condición de Proeza Laboral, la medalla Jesús Menéndez, la Distinción Elpidio Sosa…
Luego, en 1997, hizo la suya, la brigada Elpidio Sosa, insignia del SNTHT, del cual es fundador. Ese colectivo se convirtió pronto en uno de los más destacados del país, millonario en varias ocasiones.
“Tener mi propia brigada fue mi sueño, para poder competir fraternalmente con Clavero. En ese entonces él y yo nos convertimos en enemigos solidarios, la emulación fue entre brigadas y nos superábamos a diario”, rememoró y sus ojos se iluminaron con picardía. “Es que llegué a superar a la de mi profesor”.
De esa etapa se conservan décimas, controversias retadoras, jaranas y mucho empuje del Pionero y Clavero. Entre ambas brigadas se estableció una disputa emulativa amistosa y memorable con el propósito de ser la primera brigada millonaria de Villa Clara, que era casi decir, de Cuba.
El heroísmo doble
Confiesa que a veces sueña que está en medio del cañaveral. “Son cosas de muchachos, me pongo triste, fue mi vida, me repongo cuando veo las fotos de aquellos días, los recortes de periódicos, el reconocimiento del pueblo; pero eso es historia. La realidad es que soy un simple trabajador del turismo, laborar en la sucursal Palmares de Villa Clara, primero en la carpa La Plaza y en los restaurantes La Concha y ahora en Santa Rosalía, me reconforta. Desde muy joven apoyé a mi familia con siete hermanos, para mantenernos, era responsable, quería ayudar, en el turismo empecé fregando platos, nada de esto me apena, todo lo contrario, me enorgullezco de haberlo hecho, trabajar es honorable”, aseveró con sinceridad.
La vida le jugó una mala pasada en el año 2013, no obstante su voluntad otra vez se puso a prueba y ha encontrado fuerzas para superarla y seguir: “Cortando caña en Pinar del Río comencé a sangrar por la nariz, creí que sería algo pasajero, luego de varias investigaciones se concluyó que era un paciente oncológico. Yo quería estar en la lista de los Héroes del Trabajo, en ese momento pensé que mi sueño se deshacía, solo me dije, ‘cumpliste con el deber’, pero me repuse, la medicina cubana me ha estabilizado, hemos batallado mucho; mi familia, los médicos, mis compañeros de trabajo, del sindicato, aquí estoy en la pelea desde hace años, renací”.
Su honestidad es tal que no menciona que por ir a la zafra dejó de percibir propinas sustanciosas, que una vez devolvió a un turista una billetera con 3 mil euros, que realiza donaciones al programa de la salud. Aseguro que ha preferido la admiración y el cariño del pueblo, aunque muchos no lo entendieran.
En Santa Rosalía es el alma de su sección sindical, atiende a los trabajadores con dificultades, sus reclamaciones, se empeña en reconocerlos, celebrar sus cumpleaños, los días señalados.
“Si el trabajador tiene la razón hay que dársela, por ser justo y defender lo que considero he tenido problemas con directivos; en cambio ahora en esta entidad la actual dirección administrativa apoya, eso se gana con autoridad, ejemplo y trabajo”, precisó.
Es un hombre prolífico; tiene una amplia descendencia; son seis hijos de diferentes edades, pero todos lo quieren mucho. Puede hasta confundirse con ellos por su estatura y nobleza en el rostro.
“La mayor la tuve en la segunda zafra, siguió mis pasos como gastronómica, los demás estudian o trabajan. Adiam y Alissa son los que viven conmigo, con mi actual esposa, Yunita, mi salvadora. Todos son mis tesoros”, reconoció emocionado que la familia es la base para ser mejor.
“Sin ellos nunca hubiera podido ser Héroe, y tener la felicidad que disfruto hoy”, dijo.
Ese es él, un hombre sensible, con rostro tierno, voz cortada por instantes, de un entusiasmo envidiable, siempre dispuesto a servir, amable, capaz de hacerlo todo bien en su profesión, solícito para complacer al cliente… dirigente sindical de base. Y, sigue siendo el Pionero, ahora Héroe del Trabajo.