No recuerdo exactamente las fechas, pero están impregnadas en mi memoria las etapas y los rostros de aquel muchacho imberbe, que junto a otros más hechos: Fulgueiras y Ruano, periodistas del periódico Vanguardia, llegó para una corrida por el carnaval a la redacción del Escambray.
Confraternizamos; en este último la mayoría éramos novatos y había un ansia colectiva por aprender. Otras veces fueron así, por diferentes motivos. Barreritas, como le decían, se destacaba por su estatura, su peso, su elocuencia y caballerosidad.
Desde esos primeros encuentros Ramón Barreras Ferrán contó que no había estudiado Periodismo, sino Pedagogía en el Instituto Félix Varela, de Santa Clara (su ciudad natal), pero logró iniciarse en el oficio en el periódico del Ejército Occidental, radicado en Matanzas, mientras hacía el Servicio Militar.
El periodismo corría por sus venas y su intelecto estaba centrado en ello. El colega y maestro Arturo Chang al recordar ese tránsito me dijo: “Sin duda sería periodista o sería periodista. No podía ser otra cosa”. Un día, de sorpresa, fue a buscarme a Escambray con su “escudero”, el fotógrafo Lázaro Vento.
Claro que hice las diligencias con el director y en ese momento ambos se quedaron en Sancti Spíritus. Barreritas atendió la zafra, una vacante que dejó Rafael Daniel a su paso para el telecentro. Vivíamos juntos, en una casa del periódico y muchas veces escribía en mi máquina; dirigíamos el comité de base, practicábamos kárate y discutíamos muchísimo. Su talento y voluntad lo convirtieron en un especialista del tema azucarero. Su obra parecía consolidarse allí, mas teníamos alas jóvenes y su necesidad de tener una vivienda lo llevó a Cienfuegos.
En la Perla del Sur echó raíces, hizo amigos y una nueva familia; del periódico 5 de Septiembre pasó a la corresponsalía del diario Granma, hizo periodismo en Honduras y luego volvió al 5. En una etapa quejumbrosa, llegada la jubilación de Reinaldo Rodríguez Pérez, corresponsal de Trabajadores, le propuse ocupar su plaza; eso alegró sus días.
En nuestro periódico, el fogueado y sagaz Barreras levantó otra historia: calidad, productividad y profundidad marcaron su impronta; pedagogo al fin, se apegaba a corresponsales y jóvenes, a quienes transmitió enseñanzas y experiencias.
Se hizo experto en los temas de la construcción y la hidráulica; con estos llegó hasta un congreso en Panamá y desde Cienfuegos se las ingeniaba para reportar noticias y eventos. Tristemente, enfermó cuando aún tenía mucho que aportar, y volvió al 5 de Septiembre buscando un poco de sosiego en el oficio. Su paso por cada medio lo consagró, lo hicieron un periodista todoterreno.