“La mujer marinera se sobrepone al esfuerzo que tenemos que realizar los hombres. Marcan pautas en la navegación, aportan ideas, iniciativas; los navegantes mejoran su porte y aspecto, cuidan el lenguaje y con su presencia disminuyen las indisciplinas”.
El Máster en ciencias técnicas Armando Medina Remis, quien fuera profesor de la Academia Naval enaltece así el papel primordial de las mujeres en el mar, que van cerrando brechas y han ganado su espacio, el respeto y la confianza en estas labores; “las cubanas están haciendo historia en la marina mercante”, aseguró.
Con estos buenos augurios, Trabajadores reconoce la labor de los marítimo-portuarios, que cada 14 de junio celebran su día con el compromiso de mantener la vitalidad en las operaciones, convencidos de la relevancia de su quehacer y su imprescindible aporte a la economía del país.
Las actividades de la jornada, que comenzó el 6 de junio, se realizan en los colectivos laborales, con reconocimientos a los resultados productivos, de innovación y servicios de vanguardia, y concluirán, el día 14, en el puerto Guillermón Moncada, de Santiago de Cuba.
Marineras en tierra
Quiso el azar que dos jóvenes marineras, de esas que cambian los escenarios en las embarcaciones, coincidieran en tierra. Patricia García Zamora termina las vacaciones para enrolarse en su barco, y Devora Évora Báez bajó dos meses antes por una pequeña cirugía de urgencia.
Las conocí por fotos, cada una en su faena, pero su presencia física marca la diferencia. ¿Cómo imaginar a estas muchachas, delicadas, femeninas y aparentemente débiles en la mecánica de la máquina o sobre el puente, asumiendo el control de una embarcación?
Ambas conocieron del oficio siendo ya adolescentes, por vecinos o familiares, admirando sus posturas con aquellos impecables uniformes blancos. Las dos, una en Camagüey y la otra en Artemisa fueron “Camilitas”, forjaron su carácter en esas escuelas militares y se graduaron como licenciada en Ciencias Náuticas e ingeniería mecánica naval, respectivamente.
Devora anda por su segunda contienda en un buque tanque, todavía “a veces extraño a mi familia, me ponía nerviosa, pero la adrenalina por lo desconocido me saca de las añoranzas; esta vida es dura, mi profesión exige mucho esfuerzo físico; vivo en un régimen de cuatro horas por cuatro de trabajo y de descanso, pero queda tiempo para arreglarme el pelo, pintarme las uñas, cuidar del aseo personal, estudiar y distraerme”.
Patricia, con casi diez años a bordo, está bien adaptada a la vida en el mar. “Tienes que tener en cuenta que vives en tu propio centro de trabajo, aprendes a compartir con el resto de la tripulación, la mayoría hombres y superar las manifestaciones machistas que subsisten.
“A veces te ponen a prueba, demoran en cumplir una orden o te dicen ‘hazlo tu’, Nosotras tenemos que estar siempre un poquito más allá, esforzarnos el doble o el triple; no le podemos dar el pie, cuando una se equivoca… agrandan el problema. Estamos rompiendo tabúes y la profesionalidad vence”.
Cambiar la historia
La creencia de que los marineros tienen un amor en cada puerto cede con la creación de condiciones para las mujeres y hombres del mar. “Exige mucho sacrificio y estabilizarte con una pareja cuesta trabajo; no todos se adaptan a la separación, pero muchas marineras y marineros tienen sus familias formadas con hijos, con familiares que cuidan de ellos cuando están enrolados. Sería de tontos, perder esa estabilidad por una indisciplina”, comenta Patricia, mientras Medina y Devora asienten.
Patricia contó decenas de sus historias en tierra y en mar: del día que se perdió en un puerto de Canadá, las guardias en zonas de piratas, del zafarrancho para rescatar a cuatro jamaicanos de un bote casi hundido; Devora también ha vivido las suyas.
Más allá de fábulas que exaltan su obra, está el empeño de constituir una tripulación integrada solo por mujeres. ¡Y esa será otra historia para contar!