En próximas ediciones seguiremos publicando materiales periodísticos de colegas que dejaron honda huella en nuestro periódico.
Por Julio García Luis
El Dios de la lluvia llora sobre Camagüey. Las vaquitas están de fiesta entre la yerba alta y tierna; los hombres de la zafra, por el contrario, miran al cielo atribulados, en espera del oreo que les permita reanudar los cortes y la molida, paralizados hace ya largos días. Allí, en la vasta llanura, el impacto destructivo parece menor que el del diluvio oriental, mas la primavera fuerte aumenta las tensiones.
Los trabajadores agramontinos emprenden en estos días sus asambleas por la eficiencia. La situación, como en todas partes, es dura: largos apagones, estrechez en la comida, dificultades con los medios de producción.
Dos experiencias, la de los Talleres Lenin y la del Combinado de cerámica Antonio Suárez Domínguez, traigo de allá esta semana. La primera permite constatar, tras apenas cuatro meses del Parlamento obrero, cómo se han movido ideas, resultados y seguridad en las propias fuerzas. La segunda, de haberse filmado, pudiera quedar como ejemplo de la energía y las soluciones que una asamblea por la eficiencia, bien preparada y conducida, es capaz de generar.
¿Qué hacer con el ausentismo?
Pablo Valle, el filósofo de los Talleres Lenin, dice que “hay gente a la que este fenómeno del Parlamento obrero no les gustaba mucho. Pero ya se ven los resultados. Ahora hay que seguir martillando sobre la calidad. Enseñar al personal joven. ¿Por qué no podemos hacer como los japoneses y crear en nuestra planta los comités de control de la calidad? ¿Y qué vamos a hacer con ese 9,15 de ausentismo…?”.
Él pone el dedo sobre el punto que sigue siendo crítico. La eficiencia de la planta reparadora de motores de combinadas ha seguido mejorando estos meses. La atención a los trabajadores y a su alimentación también. Sin embargo, aunque han reducido el ausentismo, les sigue pesando un 7,3% por enfermedad con certificados médicos. Algo similar ocurre en el Combinado de cerámica, donde de 15,2% el año pasado tienen ahora el 8,4 %, todavía alto.
Noticias de la provincia hablan de mejorías importantes en la disciplina laboral. En la Termoeléctrica de Nuevitas, por ejemplo, a partir de más preocupación por los trabajadores, estímulos diferenciados y, sobre todo, reafirmación de la dignidad obrera, se transformó la situación de más del 30% de ausentismo, a fines de 1993, y se redujo al 5% en la actualidad. La semana pasada, sin embargo, existían casos como el de la clínica estomatológica de Florida, con un 40% de ausentismo, equivalente a unos 5 meses de trabajo perdidos si se mantiene durante el año. ¿Qué pasará allí?
Comprender los problemas
Estas asambleas camagüeyanas confirman que no se puede ir esquemáticamente a buscar el apoyo formal de los obreros (…).
Del mismo modo que cambia el contenido del debate, el sindicato no puede ser el mismo. Su papel no se limita a moderar la asamblea o a convencer a los trabajadores de que todo lo posible ha sido hecho. Termina el monólogo y se impone la capacidad de dialogar. La cohesión con la dirección administrativa, a fin de llevar adelante las tareas comunes, lejos de debilitarse, se fortalece cuando el sindicato defiende las aspiraciones legítimas de los trabajadores y no se conforma con las primeras explicaciones que le dan.
¿Poner “mala” la asamblea?
En el Combinado de cerámica algunos gruñen por lo bajo cuando Carlos del Sol lanza su catilinaria. “Mira a éste, que lleva más de un año sin venir a trabajar por falta de zapatos, y viene ahora a echar a perder la asamblea…”. Carlos, en verdad, arremete sin medida y parece que impugna a todo el mundo. Pero la esencia de su planteamiento es que hay que cuidar más los materiales, los equipos y la calidad en esta planta, que produce ladrillos refractarios para las industrias de la azúcar, el cemento y el níquel, entre otras, y está en camino de ahorrar al país millones de dólares en importaciones.
El drama de una discusión prevista se desata. El sindicato lleva bien el timón. Se puede rebatir pero no aplastar a Carlos. Él vuelve al micrófono y reafirma lo que dijo. Le robaron todo. Ni sus hijos tenían ropas para ir a la escuela. “Con estas manos —y las muestra— llevo 25 años sacando ladrillos calientes de esos hornos, ahora sin guantes, y soy un trabajador revolucionario que tengo este derecho y por eso me paro mil veces a hablar aquí si es necesario…”.
Eduardo Abrahalde, joven y barbudo, se levanta y confirma que es verdad lo de la rotura de los equipos. Las condiciones son difíciles, pero no hay otra salida sino luchar. La asamblea se estremece con sus palabras. “Tengo tres hijos y si no hubiera ropa y zapatos hasta en calzoncillos tengo que venir a trabajar aquí…”.
Ocuparnos más de los problemas
El choque apasionado da paso a la definición de los problemas reales y sus soluciones. Es verdad que faltan equipos de medición, que podrían pagarse con una sola hornada (…) No hay las caretas indispensables para velar los hornos y proteger la vista de los trabajadores. Se necesitan zapatos y guantes, sobre todo para los obreros que entran a los hornos a extraer los ladrillos aún quemantes. Las bicicletas en 4 años no han recibido gomas ni repuestos.
Pedro Ross proyecta las ideas más allá. Hay que pedirle al Ministerio que resuelva los aspectos más inmediatos de equipos y medios de protección. Pero no quedarnos ahí. “Debemos elaborar un programa amplio, que incluya el autoconsumo y el mejoramiento de la alimentación, el estudio de un esquema de estimulación a los trabajadores eficientes y un plan de viviendas de bajo consumo material, para iniciar no menos de 10 ahora con proyectos bonitos y de calidad, aprovechando las potencialidades de la industria.
(…)
Las 11 medidas propuestas por la administración al inicio se han elevado a esa altura de la asamblea a más de 20. Cada una de ellas es un paso concreto hacia adelante. La asamblea, en lugar de ponerse “mala”, alcanzó su máxima fuerza en el debate generado por Carlos (…).
No, ninguno de estos hombres y mujeres es perfecto. La vida los puso en este cruce de caminos y ellos toman partido. Son los métodos, la voluntad de remover los lastres del paternalismo y la ineficiencia, los que pueden convertirlos en protagonistas de la proeza que el país aguarda. Otros se lamentan o desertan. Pero allá, en el Camagüey, con el nuevo sol o tal vez con la lluvia, se están levantando Ilsa la del sindicato, Pablo el filósofo, Lumumba, Tata y su granja para los Talleres Lenin, Abrahalde, Rolando, Xiomara y Carmen, en el Combinado de cerámica, y hoy van a seguir batallando. Porque, al fin, parece que aquel título de Jorge Ricardo Masetti a su libro sobre la Sierra refleja una ecuación eterna: los que luchan y los que lloran.