Lo describen como silueta, presencia, sombra, trascendencia, influjo, vigencia… y no hablan de cosas distintas, sino de una sola, vista por ojos en tiempos diferentes, con la mirada turbia por la ignorancia o aguzada por la erudición, son muchos los cubanos que en los últimos 128 años dan fe de la visión martiana sobre esta isla.
Cuentan se le enternece la mirada cuando es testigo de acción buena, allí donde respira honradez, respeto y dignidad, que descansa a la sombra de árbol plantado por mano de hombre laborioso y mejor si puede hacerlo acunado por risa de niños felices, camina con calma por patios de escuelas donde no hay barreras de raza ni sexo, a veces escucha agazapado tras alguna puerta como resuenan sus versos con voces fundidas por más de un siglo.
Baja la cabeza, con humildad y modestia porque lo apena el homenaje, pero el brillo del agradecimiento enciende de nuevo la mirada, sale presuroso por alguna de las infinitas aberturas que ha hecho para cruzar de la vida a la muerte y del pasado al presente.
Sigue llevando luto por hijos de esta isla que hacen vano uso de la palabra, ofrece su frente luminosa y abre el pecho cuando ve ausencia del decoro, pena por el pusilánime, desafía a quienes le invocan para deshonrar a Cuba y como aquel 19 de mayo, sin importarle ser un blanco fácil encabeza la lucha, porque hombres como él no sólo sueñan la Patria, la hacen, su espíritu es la llama que garantiza la forja.