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La buena fe de ser cubano

Hay temas deportivos por montones para escribir, pero tengo primero que hacerlo con mi mano estirada para dos amigos y un grupo musical con el que ha crecido una generación ya de cubanos. Hoy sufren de la campaña más feroz por España en una gira promocional de su último disco Morada. Este es el Israel Rojas, Yoel Martínez y Buena Fe que conozco. Dan música y merecen aplausos. Lo demás es puro veneno de azufre.

La primera vez que conversé con Israel Rojas para invitarlo a un espacio de la UPEC que llevaría el nombre de Catalejo recuerdo que me devolvió la llamada minutos más tarde, para disculparse de su «guajirada» y hablar un poco de pelota y de deporte, porque no había tenido tiempo de decirme que leía mis trabajos.

 

 

Jamás había tenido un amigo músico y menos alguien que descubrí con atención desde un cassette que me regalaron y que se convirtió en la banda sonora de mi hija mayor desde su corral en la sala de mi casa. De hecho, las primeras veces que escuché el CD Déjame Entrar juraba que no era un grupo cubano y menos de Guantánamo. Era una sonoridad diferente y letras cargadas de una polémica bella e inteligente, cual zanja que pasaba también por el frente de cualquier casa cubana.

La primera vez que Israel me presentó a Yoel fue en un ensayo que tenían en la Sociedad José Martí. Apenas le dije: «mucho gusto tocayo», me lanzó esa sonrisa franca y espontánea, que encierra sencillez y radiografía. No habla tanto como Israel, pero cuando lo hace suelta plomo de sabiduría y convicciones sin muela.

Años más tarde, cuando me traía de regreso a la casa tras una transmisión online en épocas de pandemia, me pidió pasar por casa de sus padres a saludarlos y llevarles comida, pues no quería que salieran para evitar la Covid-19. Me habló de ellos con ternura irrepetible, cual vástago que agradece no solo haber nacido con el mismo don de su padre para la música, sino también con valores a ratos perdidos en el siglo 21: honradez, respeto y ética.

Luego conocí al resto de la tropa: al brillante Cisneros en el teclado, al gallardo Israel en el bajo; al alegre Maykel en la batería, al ocurrente David en las tumbadoras y al paciente Yibran en la guitarra (ya no está con el grupo), así como al colega de profesión y fótógrafo oficial Gabriel Dávalos.

Fui testigo de tertulias encendidas y nada complacientes entre ellos sobre la inflación económica, la creación de las Mipimes, las elecciones del país, la leche en polvo, y también de las últimas sonoridades musicales brasileñas y la necesidad de reiventarse en cada disco. Son la clásica familia en que todos nos llevamos bien y tiramos de las mismas cuerdas, aunque no siempre pensamos igual.

Y aquí entonces llega España, las redes sociales, el show mediático y la trancadera de conciertos. Pudiéramos hacer una disertación de los argumentos acusatorios: «apoyan al gobierno cubano, no se pronuncian contra los presos políticos, le cantan a las organizaciones políticas, han compartido con mandatarios, forman parte del aparato cultural de la dictadura… etc, etc….

No recuerdo en la historia de la música (cubana ni universal) que hayan subordinado pensamiento o ideología al verdadero arte como ahora quieren hacer en España el grupo de personas que promueven la cancelación de las presentaciones de Buena Fe en formato reducido. Han existido grupos y artistas inmensamente de izquierda con acogida de millones de personas en todo el mundo e igualmente grupos y artistas totalmente de derecha o conservadores con otros tantos millones de seguidores.

 

¿Por qué ahora con Buena Fe?

Tampoco he podido encontrar documentación ni reportes que alguien haya pedido cancelar conciertos por ser probadamente personas pedófilas, drogadictas o alcohólicas. De hecho y con el respeto debido a lo grande que fueron como artistas algunas de ellas (para que nadie se confunda), a muchos de esos nombres también los admiramos por lo que hacían sentirnos con su música, lo cual es bien paradójico. Tal pareciera que son más detestables las mediaciones políticas que despreciables conductas sociales como las mencionadas. ¿Por qué ahora con Buena Fe?

La respuesta no es retórica. Pero es una de las tantas caras de este rompecabezas que andan armando obtusamente quienes han hecho de una supuesta «libertad de Cuba» su modo de vida. Seamos realistas. Cuba tiene mil problemas, mil carencias, mil insuficiencias, pero tenemos músicos y artistas talentosos y de notable calidad nacional e internacional, que pueden tener más o menos opinión sobre la sociedad, pero que eso no los hace malditos ni inocentes, villanos o súbditos. Lo que hay que evaluar de ellos es su arte, lo que estremece, lo que nos hace aprender y repetir sus canciones, lo que nos ha hecho enamorarnos o extrañar a Cuba desde sus letras, por solo citar al vuelo algunos argumentos.

Israel, Yoel y Buena Fe tienen el derecho de pensar cómo les dé la gana. Y así lo hacen. Solo que el embudo de la democracia es ahora para unos pocos. Queda quizás el consuelo que así pasó con Silvio y Pablo en Chile bajo la sí dictadura de Pinochet, donde estaban prohibidos. En aquellos tiempos no había redes sociales, pero los satanizaban igual. Sin embargo, cantaron años más tarde y millones de personas llenaron teatros y se sabían de memoria sus canciones

La Buena Fe de ser cubanos es un orgullo. Qué pena que los Catalejos, las Moradas, el Arsenal, y los Corazoneros de tantas personas apenas les alcancen para ser Sobrevivientes de un Dial. Sin ser un Extremista Noble, me quedo con lo Carnal de estos guantanameros. Todo lo demás es humo y M….

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