¿Y ahora qué?, me dijo un vecino bien temprano este domingo, luego de que Cuba concluyera con un título, tres platas y dos bronces en el Campeonato Mundial de Boxeo, que tuvo como sede a Taskent, capital de Uzbekistán.
Me encogí de hombros y confieso que le respondí despojado de todo apasionamiento. Algo complicado cuando de deportes se trata en nuestro país.
Lo ocurrido en esa cita no me preocupa, le dije. Solo me inquieta un poco al pensar en el año 2024, cuando los Juegos Olímpicos de París marquen con significación nuestro calendario deportivo.
De las huellas de la batalla en suelo uzbeko prefiero aferrarme a las demostraciones de los más jóvenes.
No solo de Saidel Horta (57 kg), Erislandy Álvarez (60 kg), Fernando Arzola (+92 kg) y Alejandro Claro (48 kg), los tres primeros medallistas de plata y el último de bronce. Sino también en las de Jorge Cuéllar (71 kg) y Nelson Williams (86 kg), dueños de armas pugilísticas que invitan a confiar en ellos. Sin olvidar al campeón Yoenlis Hernández (75 kg) asentado en la élite y capaz de plantar bandera en cualquier escenario (aplausos para Yosbany Veitía [54 kg] otra vez medallista, bronce).
Es cierto que Lázaro Álvarez (63,5 kg), Arlen López (80 kg), Roniel Iglesias (67 kg) y Julio César la Cruz (92 kg), sin duda los de mayor jerarquía, hincaron la rodilla. Sin embargo, podríamos tomarlo como una nota de reflexión pensando en la cita en suelo francés, donde seguramente y dada la cercanía del compromiso, serán otra vez los encargados de marcar territorio y prestigio para el boxeo cubano.
¡Está bien, pero!, ¿y ahora qué?, me volvió a disparar mi vecino luego de escuchar lo anterior. ¡Pues a confiar de nuevo en el boxeo, que casi nunca nos ha fallado!, le respondí. ¿Coincide conmigo?
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