En medio de las gigantescas dificultades acumuladas y también de los problemas emergentes que en las últimas semanas han creado las tensiones energéticas y la disponibilidad de combustible en el país, la toma de posesión de nuestros diputados y la elección de los principales dirigentes del Estado y del Gobierno fue antes que todo una fehaciente demostración de unidad, no exenta de belleza, innovación formal y entusiasmo creativo.
Con independencia de las miradas diferentes, de los puntos de vista y apreciaciones sobre los resultados del trabajo individual que puedan existir, la señal predominante al proponer, fundamentar y decidir sobre las responsabilidades en la conducción de la Revolución fue la importancia de conseguir consensos sólidos para enfrentar la difícil situación actual sin renunciar a nuestras metas de desarrollo.
Hubo, además, mensajes esenciales que deben marcar los derroteros inmediatos en el modo de hacer las cosas. Un Parlamento con menos escaños y una composición que separa mejor las funciones legislativas, de representación y control popular de la Asamblea de las tareas ejecutivas de otras instancias gubernamentales implicará casi con toda seguridad una labor mucho más intensa del órgano supremo del poder del Estado.
El propio Primer Secretario del Comité Central del Partido y Presidente de la República Miguel Díaz-Canel Bermúdez ofreció en su discurso de clausura varias recomendaciones —casi indicaciones— que resumen bastante bien ese espíritu. Una de las fundamentales es la necesidad de una interacción constante con las bases como una práctica que permite la anticipación a las crisis, al “ayudar a resolver los problemas antes de que se hagan más graves e irritantes”.
A todo lo que se vio, se supo y se habló durante los intercambios de los entonces candidatos a diputados con sus electores, previo a las elecciones nacionales, hay que darles respuesta, enfatizó Díaz-Canel, con la certeza de que al dar respuesta a esos planteamientos surgirán otras insatisfacciones y requerimientos que será preciso satisfacer también.
“Si trabajamos sistemáticamente en cada uno de los municipios o distritos, si acompañamos a las autoridades locales sin suplantar funciones, si seguimos escuchando a la gente y llevamos a instancias superiores problemas que sobrepasan las posibilidades de los territorios, estoy seguro de que lograremos avances cotidianos en la solución de estos asuntos”, orientó.
Porque las prioridades quedaron clarísimas. Producir más alimentos y bienes de consumo de todo tipo, incrementar las exportaciones para ingresar divisas, concretar las transformaciones en las empresas estatales y articularlas con los demás actores económicos, así como conseguir mayor eficiencia en las inversiones y el fomento de la inversión extranjera, es la única receta posible para superar el atolladero en que está la economía cubana.
Ni la escasez de ofertas ni la inflación se solucionan con medidas regulatorias, aunque ellas puedan contribuir a mejorar el ambiente comercial y financiero. La vieja demanda es producir más, y como bien se ha dicho, no es posible esperar para ello a que el Gobierno de los Estados Unidos levante el bloqueo.
No menos fuerte fue la censura a las falencias internas que tanto irritan al pueblo. La función que deben y pueden desempeñar nuestros diputados y dirigentes administrativos en todos los niveles, ante el burocratismo, la indiferencia o la corrupción, constituyó otro mandato expreso para quienes deben actuar frente a tales fenómenos, a partir del ejemplo personal y la exigencia colectiva.
Significativa resultó la insistencia en el papel de la juventud en la construcción de la sociedad que pretendemos, así como en los lazos de Cuba con su emigración. En la misma Asamblea y el Consejo de Estado, con mucha gente joven recién electa, se tiene que hacer más visible esa impronta y liderazgo de las nuevas generaciones, que puede dinamizar hasta el modo de organizar o presentar las sesiones parlamentarias.
Todo este proceso de elecciones, con su colofón en esa emotiva sesión que pudimos vivir tan de cerca, no es más entonces que otro punto de partida, que augura mucho trabajo, sin que nada sea inamovible o estático. Como dijera, en definitiva, el Presidente Díaz-Canel, “concentrémonos en lo que nos toca y podemos hacer”.