“¡Atención cubanos!. Es el Movimiento 26 de julio llamando a la huelga general revolucionaria. Hoy es el Día de la Libertad. Desde este momento comienza en toda Cuba la lucha final que sólo terminará con el derrocamiento de la dictadura”.
La vibrante arenga trasmitida al unísono por tres emisoras nacionales convocaba a la insurrección en pueblos y ciudades del país. Eran las 11 de la mañana del 9 de abril de 1958. Centenares de combatientes clandestinos en numerosos puntos del país tomaron las armas con el objetivo de paralizar la nación y desatar una acción de masas que propiciara la caída de la sangrienta tiranía de Fulgencio Batista.
Un creciente clima insurreccional imperaba en la Isla caracterizado por sabotajes y los enfrentamientos armados contra las fuerzas del régimen que arreciaba cada vez más los asesinatos, torturas, desapariciones y atropellos contra el pueblo.
El Ejército Rebelde, dirigido por su Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, consolidaba su presencia en una extensa zona de la Sierra Maestra –principal macizo montañoso de la Isla ubicado en la región oriental- luego de un año de campaña y haber vencido dificultades y reveses iniciales. Al mismo tiempo, surgían nuevos frentes guerrilleros que acrecentaban el teatro de operaciones para hostigar a un adversario muy superior en armamentos y hombres.
En diversos puntos del occidente y centro del país surgían grupos de combatientes que también llevaron la rebeldía popular a los llanos y las montañas. En resumen, la Revolución experimentaba por aquellos días un franco período de ascenso.
En la zona de El Naranjo, en la Sierra Maestra, se reunieron en marzo de 1958 los miembros de la Dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio con su Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz. Ahí se convocó a la huelga general, en un llamamiento suscrito por el jefe de la Revolución y Faustino Pérez, quien tenía a su cargo la responsabilidad de esa acción para asestar el golpe final a la tiranía.
La huelga estalló. El asalto a una armería en La Habana Vieja, el levantamiento armado en el municipio capitalino del Cotorro, sabotajes en Madruga, Jovellanos, Santa Clara, Ciego de Ávila, Camagüey y otras ciudades del país, la paralización del transporte ferroviario y por carretera, ataques a los cuarteles de Quemado de Güines y Puerto Boniato, fueron algunos de los innumerables ejemplos que caracterizaron aquella jornada.
La ciudad de Sagua la Grande, en la región central de la Isla, fue uno de los escenarios más heroicos donde comandos urbanos, a pesar de contar con escasas armas, aislaron la localidad y lograron prácticamente su control absoluto durante casi 24 horas.
Aquella jornada hace 65 años alcanzó dimensión nacional. El régimen sintió el empuje de las fuerzas revolucionarias, sin embargo, errores de apreciación y factores tácticos como la hora en que comenzaron las acciones, la falta de unidad con otras fuerzas insurgentes influyeron en gran medida en el revés de la gesta.
Fue un trágico y costoso saldo con una larga lista de combatientes clandestinos caídos. Ni heridos ni prisioneros, fue la orden tajante con la cual los sicarios de la dictadura saciaron su odio en una descomunal represión.
De inmediato, la tiranía dobló campanas por la Revolución. Ocurrió todo lo contrario. El Ejército Rebelde, con Fidel al frente, enfrentó y desarticuló la tesis enemiga que proyectaba aniquilar totalmente al principal bastión guerrillero en el oriente de la Isla para lo cual envió una poderosa fuerza militar con decenas de batallones dotados del más moderno equipamiento suministrado por Estados Unidos, así como tanques, artillería pesada y aviación.
Pocos días después del fracaso de la huelga, Fidel escribió a Faustino y a los miembros del M-26-7 en el llano:
«Tengo la más firme esperanza de que en menos de los que muchos son capaces de imaginar, habremos convertido la derrota en victoria».
Así ocurrió. La contraofensiva rebelde fue conquistando terreno en toda la geografía del país. Muestra de ello fue el avance de las columnas guerrilleras dirigidas por los Comandantes Camilo Cienfuegos y Ernesto Che Guevara que llevaron con éxito la lucha insurreccional hasta el centro de la Isla y cuyo colofón propulsó el triunfo de la Revolución el Primero de Enero de 1959.