Gran impacto han tenido en Cuba los resultados de los comicios del domingo último, con una elevada participación de más del 75 por ciento de los votantes y la elección de los 470 diputados que integrarán la próxima legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular.
Como le decía el lunes a una entrañable amiga electa para esa importante función pública, las felicitaciones no son solo para quienes ostentarán tan alta responsabilidad, sino para la inmensa mayoría de cubanas y cubanos que hicieron posible esta exitosa respuesta política en un momento de tantas dificultades económicas y sociales.
Este proceso electoral no lo podemos asumir además solo como una meta cumplida, sino como otro punto de partida para continuar con las acciones que se emprendieron en barrios y comunidades para motivar y persuadir a la ciudadanía acerca de la trascendencia de participar en estas elecciones nacionales, y hacerlo con un mayoritario criterio de unidad que se expresara en el voto.
Todos los preparativos y el intenso intercambio con nuestra población que protagonizaron no solo los candidatos a diputados, sino todas las personas que se implicaron activamente en la organización de estos comicios, nos deben dejar pistas y tareas concretas a realizar en lo adelante.
Porque están bastante claras las elevadas expectativas que el pueblo ha expresado en relación con el trabajo de nuestro Parlamento, lo cual incluye mantener de forma sistemática y constante ese estrecho contacto de sus integrantes con su electorado.
Pero resulta evidente que no son solo esas 470 personas de tanto mérito quienes asumen un importante compromiso en lo adelante. De esa labor codo a codo en barrios y comunidades, de esas visitas casa a casa y de toda la movilización que realizaron las organizaciones de masas, es preciso extraer las lecciones necesarias sobre cuáles son los puntos débiles que todavía tenemos en el trabajo en la base.
Sería importante darle continuidad a ese trabajo barrial con estrategias de intervención sobre los principales problemas identificados, el fortalecimiento de las estructuras comunitarias que hayamos podido identificar con dificultades en su funcionamiento, y un programa de acciones que dé continuidad a las soluciones que hayan podido implementarse o iniciarse durante este último periodo.
El diálogo entre las autoridades locales o nacionales y los pobladores, entre dirigentes y líderes comunitarios o de organizaciones sociales con su membresía, requiere de una permanencia y profundidad similar a la que hemos vivido durante los preparativos de estas elecciones, para acorralar muchas de las deficiencias que sufrimos en la labor cotidiana de no pocas entidades.
Como enfatizara en una de esas plenarias barriales previas a la jornada electoral el coordinador nacional de los CDR y Héroe de la República de Cuba, Gerardo Hernández Nordelo, «aquí nadie está votando para que las cosas sigan igual a como están hoy: aquí estamos votando por una Cuba mejor».
Felicidades entonces a todo el pueblo de Cuba, y en especial para nuestras diputadas y diputados. Acompañémosles en ese duro trabajo que tenemos por delante, para el cual somos mucho más que 470 individuos: somos millones.