La lesión en la rodilla del lanzador boricua Edwin Díaz mientras celebraba el pase a la siguiente ronda semifinal, el pelotazo luego al venezolano José Altuve en cuartos de final, así como varias molestias o golpes lógicos en un partido de pelota alarmaron a algunos dueños de equipos de la Major League Baseball (MLB) y a periodistas estadounidenses que siguen el béisbol.
En el caso de los directivos de clubes, algunos decidieron endurecer los permisos concedidos para jugar en este V Clásico Mundial (solo un turno al bate como hicieron con Miguel Cabrera; quien releve un partido no puede actuar al siguiente, entre otros), mientras los medios de comunicación arremetían contra la calidad del torneo asegurando que “no era más importante que la Serie Mundial y la propia temporada beisbolera del país norteño”. Hay quien llegó a proponer que fuera esta la última edición.
Pero la verdad sigue siendo otra. Este torneo nació por la idea propia de los directivos de la MLB, quienes a finales de los noventa del siglo pasado idearon crear un evento que aumentara el crecimiento internacional del béisbol, que según reconocieron entonces, no estaba en Estados Unidos, sino en otras partes del mundo. “Si crece en México, Asia y Europa podremos ampliar nuestro mercado”, dijeron.
Múltiples organizaciones de la MLB han reiterado en días recientes que toleran la existencia del evento, pero mantienen preocupación por los tentativos riesgos que conlleva. La defensa de los directivos ha sido que tales riesgos pueden ocurrir también en entrenamientos de primavera, con más ejemplos que el Clásico cada 4 años.
Quizás la solución estribe, como ya se pronunciaron jugadores y mentores, en ampliar la cobertura de seguros estandarizada, tal y como la Fifa le proporciona a los clubes para que sus jugadores participen en las Copas del Mundo. De esta manera, los seguros protegerían a los equipos de tener que pagar a un pelotero durante el lapso de su ausencia por lesiones sufridas durante el Clásico.
Pero que nadie tiemble. Habrá una sexta edición. La cuenta está dando y los bolsillos siguen contentos.
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