Osmany Yeras Torres habla con orgullo de sus raíces. Siempre que puede, retorna a Sopimpa, en el municipio de Fomento, donde está la finca del abuelo y donde quedó su hermana Noemí. Ahí él creció, entre el aroma de los cafetales, la bondad de la naturaleza y el amor de la familia.
Comenzó a trabajar temprano, según cuenta. “Dejé los estudios cuando terminé la secundaria. Mi papá, Jesús, estaba enfermo y necesitaba ayudar a la familia, era la etapa del llamado Período Especial. Me dediqué a sembrar café, hasta parecía un viejito, vestido de campesino.
“Me embullaron para que siguiera estudiando, y entonces, le escribimos una carta al ministro de Educación y se abrió la Facultad Obrera, a la cual nos incorporamos varios muchachos desvinculados de los estudios. Venían los profesores desde Fomento a darnos las clases. Ahí terminé el doce grado.
“Después me llamaron al Servicio Militar Activo. No era fácil. Socialicé con otro tipo de jóvenes, algunos jaraneaban conmigo. Yo decía “dispués”, “entodavía”. Se reían y no me molestaba. Les decía que ese era mi dialecto. Era mi forma de defenderme. Y me propuse optar por la Orden 18, lo cual logré. Cogí la carrera de Derecho. Fue una etapa difícil, pero aprendí mucho.
El primer año en la Universidad Central Marta Abreu, de Las Villas, fue un reto para el muchacho. “Hubo personas que pensaron que no iba a terminar. Tenía muchas lagunas culturales, faltas de ortografía…
“El primer día que entré al aula de computación, tuve que preguntar cómo se encendía una computadora, nunca había visto una. Pero nada me amilanó, me dije que, en relación con el Derecho, todos estaban igual que yo: empezaban a aprender. Sabía que no iba a ser un alumno de cinco, pero aprobaría”, recuerda.
Y su constancia se puso a prueba.
“Los profesores vieron mi interés. Me apoyaron; sugerían que hablara pausado, que pensara lo que iba a decir. También seguía el consejo de mis padres: escuchar a los que peinan canas, aprender de los de más experiencias, ver en las personas lo positivo. Fueron varios los profesores a los que agradezco sus enseñanzas, puedo mencionar a Reinerio y Graciela, pero hay muchos más. Finalmente, vencí mis cinco años y me gradué en el 2005.
Preparado para la vida
Cuando concluyó los estudios, fue designado a la Delegación Territorial del Instituto Nacional de Reserva Estatal en Villa Clara. Y poco a poco, fue ganando experiencia. En la actualidad, Osmany es subdelegado en dicha entidad y goza de la admiración y respeto de sus compañeros.
En la comunidad, también tiene responsabilidades. “Fui elegido delegado de la circunspección 23, perteneciente al consejo popular Capiro-Sandino. También fui presidente del CDR y es que el pueblo te identifica y te va dando esa confianza que no puedes traicionar nunca”, alega
Para él, uno de los momentos significativos en su ejercicio como delegado ha sido la oportunidad de dialogar con el presidente Miguel Díaz-Canel, en su condición de candidato por la ciudad de Santa Clara, su tierra natal.
Dice que esos encuentros resultan emocionantes. “Es un privilegio para una persona sencilla del barrio, tener la oportunidad de dirigirse a su mandatario frente a frente y decir su opinión sobre determinado asunto. Eso es reflejo de nuestra democracia”.
Asegura que siempre que puede, retorna al barrio que lo vio crecer y donde está su hermana. Afirma que su vida es un ejemplo de lo que pueden lograr los jóvenes cubanos. “Era lo que quería Fidel, que los hijos de los campesinos se convirtieran en ingenieros, médicos o abogados como yo, pero que no olvidaran sus raíces”.
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