“Un ser honorable y auténtico”, “Sencillo y cariñoso siempre con los aprendices del periodismo”, “Motivo de inspiración para muchos que escuchábamos sus Puntos de Vista”, “Voz honda y rotunda”, “Cubano honrado y digno”, tales fueron solo algunos de los muchos calificativos que varios colegas expresaron al conocer del fallecimiento de Julio Batista, el periodista tremendo, hace unos días en La Habana.
Desde mucho antes de su fallecimiento ya era visible el desgaste físico que corroía su cuerpo, a pesar de lo cual, por mucho tiempo, anduvo en un ir y venir diario la distancia que separaba su casa de su muy querida Radio Progreso, la emisora escenario de la mayor parte de su labor profesional.
Mirada que escudriñaba con dulzura; dueño de una voz muy peculiar, de grandes matices, inolvidable, con alta cota en la recordada serie En silencio ha tenido que ser, y en los Noticieros Icaic.
Nació el 5 de febrero de 1936 en el batey del central azucarero Chaparra, en Las Tunas, y al morir, con 87 años, había recibido numerosos premios y menciones en concursos radiales y periodísticos.
Mereció reconocimientos como la Réplica del Machete del Generalísimo Máximo Gómez (1993), el Premio Nacional de Periodismo José Martí (1994), la Distinción por la Cultura Nacional, la Medalla Alejo Carpentier y el Premio Nacional de Radio (2003), todo ello resumido en el Título Honorífico de Héroe del Trabajo de la República de Cuba, galardón que obtuvo en 1999.