Yuria Pascual se vio obligada a cambiar el rumbo de su vida al darse cuenta de que tras varios años de entrenamientos seguía dilatándose su sueño de representar a Cuba como boxeadora. Durante un largo tiempo se cerró la puerta a muchas mujeres que, como ella, se quedaron con la impotencia atorada en la garganta.
Cuando el 5 de diciembre del 2022 las autoridades del deporte en el país anunciaron que se haría oficial la práctica, Yuria se encontraba en España, y confiesa que se sintió contenta a pesar de la distancia. “Me había desmotivado, pero fue emocionante y me alegré por ellas que han trabajado duro y se lo merecen. Namibia Flores, la mayor de nosotras, fue la primera que aportó su granito de arena a que esto fuera posible. Se esmeró, entrenó y no pudo lograr el objetivo, ahora, quizás desde otra perspectiva, tiene mucho que aportar.
“Nunca dejaré de practicar. En este momento tengo otras metas que hacen difícil que vuelva, mas sí me gustaría intentarlo de nuevo y representar a mi país”, afirma.
Aunque la noticia fue positiva, siempre quedará un sabor amargo en torno al tema y una pregunta se hará recurrente: ¿quién les devuelve los sueños a mujeres como Yuria y Namibia?
Un poco de historia
Según varios reportes, para remontarse a los inicios del boxeo femenino hay que viajar a 1722, en Reino Unido, cuando Elizabeth Wilkinson, a puño limpio, decidió romper los cánones. Más tarde, se registraron combates en Estados Unidos allá por 1876, y en el siglo XX la disciplina se practicaba aun cuando no estaba incluida en los Juegos Olímpicos.
Posteriormente boxeadoras como Gail Grandchamp y Dallas Malloy pelearon por sus derechos en los tribunales y en algunos países la prohibición fue anulada, lo cual sentó las bases para que en el 2012 las pugilistas pudieran estar en la cita olímpica de Londres.
Pero en Cuba una vez más se miró hacia otro lado y nada se aprendió de situaciones similares en deportes como el levantamiento de pesas o la lucha, donde el conservadurismo y el desconocimiento provocaron daños aún palpables.
Jorge Luis Barcelán, comisionado nacional de pesas, recuerda que luego de que se oficializó la práctica a nivel mundial, aquí tardamos más de 20 años para arrancar: “Influyeron los prejuicios, la poca información de los medios de comunicación y el mal enfoque brindado a algunas de las principales autoridades del país. Se les mostraron imágenes de fisiculturismo y powerlifting y no de levantamiento de pesas. Eso creó dificultades en la comprensión”.
“Se dieron criterios personales sin fundamentos que llegaron a oídos receptivos a ese discurso y no hubo forma de convencer a la dirección de la nación de que el levantamiento de pesas era un derecho y que se producían lesiones como en otros deportes de alto rendimiento. No nos daban argumentos convincentes. Era un tema tabú”, afirma el Doctor en Ciencias Carlos Cuervo, profesor de la Universidad Manuel Fajardo, árbitro internacional y miembro del Salón de la Fama de la halterofilia en América.
De igual manera sucedió con la lucha. Rodolfo Berto Alfonso Pérez, quien fuera el encargado de conformar el primer equipo femenino, recuerda las numerosas barreras presentadas al comienzo. “Hicimos muchas gestiones para iniciar antes. Por diversas razones no se pudo. Se hacía clandestinamente y siendo comisionado provincial tuvimos un grupo de atletas en el Ciro Frías. Tiempo después se efectuaron propuestas avaladas por el Inder a nivel de país. Al final la lucha y las pesas no fueron aprobadas porque decían que no eran deportes apropiados para las mujeres”.
Convenientemente, la luz verde para ambos deportes en la nación llegó meses antes de los Juegos Centroamericanos de Cartagena, Colombia, en el 2006. Con atletas importadas de otras actividades se conformaron a la carrera equipos nacionales que viajaron a la lid.
“Fuimos de los pocos países que en el continente estuvimos tanto tiempo sin oficializar las pesas femeninas. Era normal que antes de darse el sí, se hicieran estudios médicos y biológicos, pero estimo que demoramos mucho. Este deporte necesita entre cinco y 10 años de entrenamiento en el alto rendimiento para tratar de ubicarse entre los mejores del mundo. El tiempo laceró varias posibilidades. Aun así hemos logrado medallas”, expresó Barcelán.
“Al regreso de Cartagena, donde se obtuvo una medalla, felizmente permitieron la práctica oficial. Y fue en el 2009 cuando las Eide pudieron realizar matrículas de luchadoras con formación en su deporte. Entonces se amplió a todo el país. De haberse iniciado antes hoy los resultados podrían ser mejores”, expone Alfonso.
Con esa opinión coincide Cuervo, quien lamenta las décadas perdidas y la oportunidad de crear con antelación un sólido sistema de formación que podría haber dado positivos dividendos.
Intercambio en las esquinas
A pesar de lo anteriormente expuesto, y como si fuera natural nadar contra la corriente, el boxeo femenino se ocultó en una gaveta que nadie se atrevía a abrir. Una vez más salieron impunes la negativa sin argumentos, el caso omiso a las experiencias y las frases vacías: “Estamos analizándolo”, “estamos elevándolo”, “estamos”, “estamos”, “estamos…”, ¿haciendo qué?
“Psicológicamente no estoy bien. Tengo 46 años y siento que ahora podía estar en la selección nacional, pero no tengo la edad permitida. Es tarde para mí. Durante varios ciclos olímpicos se habló de la posibilidad de que las mujeres boxearan, pero nada”, contó recientemente a este semanario Namibia Flores, una de las pioneras de la práctica en Cuba luego de 1959.
“Se sabía que no estaba aprobado, pero realmente me sentía bien entrenando, porque estábamos preparándonos para la posible apertura y siempre nos perseguía esa pregunta de cuándo se iba a dar, de por qué no podíamos ser reconocidas, si ya a nivel internacional el escenario era otro. Eso a veces bajaba los ánimos.
“Tuvimos que luchar contra todos los tabúes existentes, como por ejemplo: que la mujer no debía someterse a ese deporte de alto riesgo de traumatismos. Además, en Cuba hay una sociedad bastante machista. No recibí ninguna ofensa, sí comprensión de los compañeros que practicaban con nosotras, nos ayudaron mucho”, refiere Yuria.
La Doctora en Ciencias Pedagógicas Miriam Rodríguez Ojeda, miembro de la Red Iberoamericana de Investigación en Comunicación y Feminismo para la Justicia Social, explica que esta situación es capaz de generar afectaciones desde el punto de vista psicológico y, aunque Yuria sostiene que nunca se sintió maltratada u ofendida, sí estuvo expuesta, como Namibia, a distintas formas de violencia que pueden ser tan dañinas como la física.
“La microviolencia y la violencia sutil buscan reafirmar la identidad masculina, asentada con fuerza en la creencia de superioridad con respecto al sexo femenino. Estas se manifiestan de diferentes formas como la desautorización, la subvaloración de la mujer, su no participación en espacios minados por los hombres o la invisibilidad de sus capacidades”, señala Rodríguez Ojeda.
Namibia, mientras tanto, afirma que el desconocimiento fue el principal causante de que se demorara el anuncio del pasado 5 de diciembre. No obstante, ese no era el único factor.
“Las respuestas que nos daban en todo momento era que el boxeo resultaba muy traumático, que la mujer no estaba hecha para recibir esos golpes y tenía que cumplir con ciertos estereotipos”, manifiesta Yuria. “Reclamábamos el hecho de que existían otros deportes igual de traumáticos que tenían sus consecuencias. ¿Cómo el boxeo no? ¿Por qué? Generalmente las quejas iban dirigidas a la comisión de boxeo, incluso a la Federación de Mujeres Cubanas, porque no nos daban una respuesta irrebatible”.
“Hace poco me dijeron que demoraron por los estudios médicos… ¿Era necesario esperar tanto?”, se pregunta Namibia.
Sin embargo, para Alberto Puig de la Barca, presidente de la Federación Cubana, el pugilismo femenino llegó en el momento preciso: “Estábamos convencidos, pero necesitábamos persuadir a quienes no lo estaban. Existían personas a quienes no les agradaba y ya hoy lo aceptan. Hay mucha expectativa y estoy seguro de que por las características y la calidad de nuestras muchachas vamos a lograr buenos resultados”.
El directivo dijo que uno de los temas más preocupantes antes del sí definitivo era lo relacionado con la protección física. “Nuestros especialistas, entre ellos el personal médico, demostraron con argumentos y estudios, que no había peligros para ellas”.
“Científicamente, desde el punto de vista biológico están aptas para cualquier deporte de combate”, expone Sheila Echeverría, especialista en Control Médico del Entrenamiento Deportivo y jefa de este departamento en el Instituto de Medicina Deportiva.
No obstante, para Namibia y Yuria nada será capaz de reponer el tiempo perdido. “Hay atletas que entrenaron por mucho tiempo y ya no pueden cumplir su sueño, pero las actuales van a demostrar que se puede, que tarde o temprano tenían que hacerlo.
“Tal vez no les convenía impedirlo más, porque no estaban punteando y ahora viene otro ciclo olímpico y era necesario ya. De todas formas, se van a dar cuenta de que estaban muy equivocados cuando empiecen a llover los resultados”, expresa Yuria.
Según comentó Puig a este equipo, los estudios médicos se vienen realizando hace cuatro o cinco años, lo que refuerza la incertidumbre de Yuria. ¿Qué sucedió entonces con los reclamos antes del 2018?
Jabs desde la academia
La doctora Sheila Echeverría reitera que no está demostrado que el boxeo provoque problemas de salud a las mujeres: “Es un deporte de combate parecido a otros en los que hace un tiempo hay presencia femenina. Algunos tienen técnicas más agresivas. Para evitar que se afecte la integridad física tenemos la triada médica que evalúa los procesos de preparación. Es cierto que en el boxeo hay golpes en la cabeza, pero el sistema nervioso del hombre y la mujer no difiere.
“Recordemos que siempre se realiza un chequeo médico previo a la práctica para apreciar que no haya antecedentes de enfermedad, por si aparecen quistes en los senos o fibromas no se diga que fue consecuencia de la actividad”.
Teniendo en cuenta esto, pareciera que los estereotipos pesaron más a la hora de tomar decisiones. La profesora Rodríguez Ojeda sostiene que no está demostrado que las diferencias biológicas impliquen por sí mismas capacidades, aptitudes o actitudes contrapuestas.
“Hay teorías que sustentan que la mujer se considera un ser inferior al hombre. Por tanto, manifiestan que todo lo relacionado con lo femenino equivale por naturaleza a roles reproductivos, con una participación menor en cualquier índole en el ámbito público. Estas teorías marcan esa subordinación, y coartan su protagonismo.
“Cuando ellas trasgreden estos modelos el costo resulta alto: sufren, se sienten asfixiadas y de hecho son víctimas de sanciones y reprimendas fruto de prejuicios sexistas que forman parte de todas las mediaciones sociales”, abunda la investigadora.
Contrario a los argumentos de muchos, las boxeadoras no creen que esa actividad las haga menos mujeres: “No resta cualidades femeninas. Siempre nos arreglamos, todo depende de la persona. Este deporte tonifica una gran cantidad de músculos, incluso actrices y modelos lo han incorporado en su rutina de ejercicios y ayuda muchísimo”, aclara Yuria.
“El boxeo es vida. Nos aporta seguridad y confianza en nosotras. Nos empodera”, añade Namibia.
En una sociedad como la cubana, en la que se ha abogado por la igualdad, resulta preocupante que se hayan dado situaciones como esta, y es que los prejuicios y estereotipos de género no se eliminan solo con la existencia de políticas y programas destinados a la equidad. “Hemos avanzado, pero queda mucho trecho por andar. El patriarcado se asoma en todas partes y sacude social e individualmente.
“Solo se logra desmontar las brechas de género a partir de la preparación, capacitación y sensibilización de actores y decisores sociales para que puedan interiorizar aquellas normas y valores humanos sustentados en modelos abiertos y flexibles en pos de las relaciones de igualdad, respeto y diversidad”, expone Rodríguez Ojeda.
Largo y tortuoso fue el camino para aprobar el boxeo femenino en Cuba. Prejuicios y desconocimientos minaron durante años las ansias de superación de muchas mujeres. Ellas con su inteligencia y fuerza cincelaron gestas que han encumbrado a Cuba a planos estelares en el deporte. Ojalá el filo del tiempo perdido no haya abierto una herida que cueste mucho curar.