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Actividades humanas han degradado el 38 % de la selva amazónica

El 38 % de los bosques existentes actualmente en la selva de la Amazonía se encuentran degradados por actividades que realiza la especie humana. El área afectada por la degradación abarca una superficie equivalente a diez veces el tamaño del Reino Unido, y constituye un perjuicio mucho mayor de lo que los científicos pensaban hasta ahora.

 

Los científicos consideran que la degradación de la Amazonía tiene impactos socioeconómicos significativos, y sugieren profundizar en investigaciones al respecto. Foto: tomada de sitio web Gobierno de México

Así lo afirma una investigación recién publicada en la revista Science, dirigida por un equipo internacional de 35 científicos y especialistas de prestigiosas instituciones, como el Instituto de Investigaciones Ambientales de la Amazonia (IPAM), la Universidad brasileña de Campinas (Unicamp), el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE) y la Universidad británica de Lancaster.

La extensa área perjudicada por la degradación que ocasionan diversas formas de perturbación humana ha generado, a su vez, emisiones de carbono —gas impulsor del cambio climático que afecta al planeta— en magnitudes equivalentes o superiores a las que ocasiona la deforestación.

Vale apuntar aquí que en el informe se precisan las diferencias entre deforestación y degradación del bosque. La deforestación implica la eliminación completa del bosque, estableciéndose en su lugar un nuevo uso de la tierra, como la agricultura; mientras que la degradación consiste en cambios transitorios o a largo plazo, en condiciones forestales causadas por humanos. Aunque los bosques muy degradados pueden perder casi todos los árboles, el uso de la tierra en sí no cambia.

Para la realización de su trabajo, los investigadores efectuaron una revisión analítica de datos científicos publicados anteriormente, basados en imágenes satelitales y en una síntesis de datos publicados que describen los cambios ocurridos en la región amazónica entre los años 2001 y 2018.

Los autores evaluaron cuatro perturbaciones clave que impulsan la degradación forestal: incendios forestales; tala selectiva (como la tala ilegal); efectos de borde (cambios que ocurren en los bosques adyacentes a áreas deforestadas); y sequía extrema. Diferentes áreas forestales pueden verse afectadas por una o más de estas perturbaciones.

 

La especie humana ha degradado ya más de un tercio de la actual selva amazónica, y el daño pudiera incrementarse debido  al cambio climático, afirman los científicos. Foto: tomada de sitio web Amigos de la Tierra

Los impactos son locales (causando pérdidas de biodiversidad o afectando los medios de subsistencia de los habitantes de los bosques) o remotos, como por ejemplo, con el humo afectando la salud de las personas en las ciudades o provocando el derretimiento de los glaciares andinos debido a la deposición de carbono negro.

Pero el negativo impacto que ocasionan estos cuatro factores de degradación no se limita solo al tiempo presente. Una proyección realizada por el propio equipo para el año 2050 reveló que seguirán siendo las principales fuentes de emisiones de carbono a la atmósfera desde las zonas boscosas, ­independientemente del crecimiento o la supresión de la deforestación del bosque, con nefastas consecuencias medioambientales implícitas.

En consecuencia, los científicos consideran asimismo que la degradación de la Amazonía tiene también impactos socioeconómicos significativos, y sugieren profundizar en investigaciones al respecto.

“La degradación beneficia a unos pocos, pero supone una carga importante para muchos”, dice la Dra. Rachel Carmenta, de la Universidad de East Anglia (Reino Unido), coautora del estudio; y señala que muchas personas “pierden en todos los aspectos, en dimensiones del bienestar humano, incluida la salud, la nutrición y el apego al lugar que se tiene por los paisajes forestales donde viven.”

Como medidas para enfrentar la grave amenaza, los autores proponen crear un sistema de monitoreo de la degradación forestal, así como de prevención y contención de la tala ilegal y control del uso del fuego. También sugieren incorporar el concepto de “bosques inteligentes” que, al igual que la idea de “ciudades inteligentes”, utilizaría diferentes tipos de tecnologías y sensores para recopilar datos útiles para mejorar la calidad del medio ambiente.

“Prevenir el avance de la deforestación sigue siendo vital y también podría permitir que se preste más atención a otros factores que impulsan la degradación forestal”, destaca sobre esta problemática el Dr. David M. Lapola, quien lideró el estudio y labora como investigador del Centro de Investigación Meteorológica y Climática Aplicada a la Agricultura en la Unicamp.

Y ante la esencial necesidad de preservar sanos los bosques del planeta, también advierte: “Incluso en un escenario optimista, cuando no haya más deforestación, los efectos del cambio climático harán que continúe la degradación del bosque, lo que generará más emisiones de carbono”.

“Las acciones y políticas públicas y privadas para frenar la deforestación no necesariamente abordarán también la degradación” alerta finalmente el Dr. Lapola; y sugiere el reconocido científico: “Es necesario invertir en estrategias innovadoras”.

(Con información de sitios web Noticias de la Tierra y Ecoavant)

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