Estados Unidos necesitaba con suma urgencia altos volúmenes de azúcar para su consumo y colocar el producto en la devastada Europa al concluir la segunda guerra mundial.
Sin embargo todo no quedaría ahí. La acción del líder sindical Jesús Menéndez Larrondo, máximo representante de los trabajadores azucareros cubanos rechazó el turbio negocio al denunciar que Washington pretendía adquirir dos zafras a un precio inferior a la mitad del existente en el mercado mundial, en tanto la Isla importaba artículos esenciales para la alimentación al valor que los vendedores exijan en cada ocasión que se realice la compra.
En sus declaraciones públicas Menéndez argumentaba la posibilidad de “extorsión económica” al aumentar desorbitadamente el precio del arroz, la manteca, la harina de trigo y otros productos procedentes de Estados Unidos.
De “pertubador”, “anticubano” y “pagado por el oro de Moscú” tildaron los oligarcas criollos al prestigioso líder obrero y comunista. Pero el pueblo comprendía que era justo y patriótico lo planteado por Menéndez, quien abogaba por justa reciprocidad en lugar de los sucios métodos que esgrimían los políticos y comerciantes norteños.
Fue entonces cuando el máximo representante de los azucareros cubanos, con la asesoría del destacado economista Jacinto Torras, propuso que en el contrato de compra-venta de dos zafras se introdujera una Cláusula de Garantía que obligara a Estados Unidos a aumentar el precio a pagar por el azúcar cubano en la misma proporción en que subiera el de los artículos de consumo provenientes de ese país.
La fuerza de la razón
Los hechos le dieron la razón a Menéndez y a Torras. El gobierno yanki tuvo que reconocer la justeza del reclamo de ambos cubanos. Ese año 1946 aumentaron los precios de los productos que Estados Unidos exportaba a Cuba y consecuentemente el comprador norteamericano adquirió a un precio proporcionalmente mayor el azúcar cubano.
La Cláusula de Garantía dio sus frutos y constituyó un triunfo político. A los trabajadores de la primera industria en la Isla antillana hubo que abonarle al concluir el año un extra salarial como diferencia entre lo que le habían pagado durante la zafra y lo que en realidad debían pagarle al aumentar el precio promedio anual de la libra de azúcar. Ese extra se conoce con el nombre de Diferencial azucarero, equivalente a 13.42% sobre los salarios devengados ese año, o sea, más de 29 millones de pesos.
El General de las Cañas –como le llaman los cubanos- estuvo entre los fundadores de la Confederación de Trabajadores de Cuba (CTC), en 1939, y desde su escaño en la Cámara de Representantes también se enfrentó a los gobiernos corruptos.
Lograr la no rebaja de los salarios en el sector azucarero fue su postrer batalla. Ni promesas millonarias, ni cheques en blanco pudieron sobornar a aquel gigante de ébano. Sólo asesinándolo, el 22 de enero de 1948, interrumpieron su andar de combate por los centrales azucareros del país.