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 Salea, maestro de un oficio de encanto

Si algo recuerda bien es el día que se hizo la luz en Rincón Naranjo, en la montaña de Manicaragua. Tenía 20 años, hacía muy poco había regresado de Angola y acababa de estrenarse como liniero. Fue él uno de los que electrificó la zona donde nació y el macizo montañoso del Escambray villaclareño.

Con su casco rojo es conocido en toda Villa Clara como un experimentado maestro de linieros.

En su rostro es perceptible que ese acontecimiento caló hondo. Su mirada parece alargarse hasta el lomerío al revivir aquellos días: «Oiga periodista, había que ver la alegría de esos guajiros. Y que lo hiciera yo, que «corretié» todos esos montes… Fue toda una fiesta», dijo orgulloso.

Salea Asmad Vargas Actala, es uno de los más experimentados linieros de Villa Clara. Su nombre delata el origen árabe y español de su familia, su corpulencia la debe a los años que se dedicó a la prática de deportes de combate, en particular el yudo, y sus manos rudas a los 37 años que lleva desempeñando esta labor.

Es un hombre de hablar claro y meticuloso hasta lo inimaginable, según cuentan los subordinados de la brigada que dirige, perteneciente a la Empresa Eléctrica del territorio. «Es que este es un trabajo riesgoso, hay que estar a la viva, casi siempre son líneas energizadas, nada puede fallar, un error es fatal», afirmó.

Se hizo liniero por casualidad y no se arrepiente de ello. Había  llegado de la misión internacionalista en 1986 y esperaba ubicación, cuando un día escuchó por el programa Entérese de la emisora CMHW que se creaban cursos para linieros.

«Yo no sabía ni lo que era la corriente porque en Rincón Naranjo nos alumbrabamos con quinqué o chismosas. Primero no me gustó, pero como el trabajo era duro y yo soy del campo «guapie caray» y salí a flote»,  confesó satisfecho.

Tiene alma de maestro; su brigada es una escuela formadora de linieros, al decir de quienes han bebido de su sabia. «Se aprende mucho con él, con solo mirar los conductores, el color del cable , sabe cuál y dónde está el problema», aseguró Rodelsys Machado Rodríguez, actualmente otro de los destacados en este oficio en la provincia, quien fue su alumno.

Se le distingue por su casco rojo y por estar siempre junto a su técnica compartiendo saberes con los noveles que llegan, entre ellos uno de sus cinco hijos, pues su brigada es el puente exacto para preparar el relevo.

Todo en este oficio le gusta: tirar líneas, darles tensión, cambiar pararrayos, dar mantenimiento a los transformadores… » todo tiene su encanto y aunque parezca mentira ir al combate después de los ciclones me fascina», confesó quien perdió la cuenta de cuántos daños de huracanes y otros eventos meteorológicos ha rezarcido en 37 años en el país. Y, exclamó con sana vanidad: «He estado en todos».

 

 

 

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