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Las primeras horas del 2023

Son apenas 24 horas. Suficientes para repasar recuerdos de 365 días; empinarse varias copas de vino o cervezas aunque hayan costado bien caras; prender velas con tiempo por algún santo milagroso; preparar el cubo de agua con que ahogaremos este año a las 12 de la noche; juntar la familia para comer pollo por puerco o puerco con sabor a pollo; recordar al familiar o amigo ausente que emigró y le va bien o mal en su travesía por Los Volcanes; llamar o escribirles en redes sociales a los imprescindibles de nuestras almas con emojis incluidos; sellar la sobrevivencia de otro año de vida con un abrazo a tus seres más queridos.

 

 

Son apenas 24 horas. La Cuba del 2022 fue la que pudimos y no la que quisimos ni merecemos tener. Hubo una explosión en la entrada del Prado y un país se enlutó de golpe con el sello Saratoga. Controlamos la Covid-19 con la fuerza real de nuestra ciencia, pero no así el desabastecimiento de productos y los coleros. Matanzas perdió cuatro barrigones tanques de petróleo y jóvenes bomberos pelearon con sus vidas para evitar que otros nos quemáramos. Los apagones regresaron con furia por más de seis meses y nunca nos alfabetizamos con menos ganas de megawatts y termoeléctricas porque las clases parecían infinitas.

Son apenas 24 horas. Pero volveremos a sentir las ráfagas de un huracán de tres letras (IAN) que además de tumbar casas de tabaco nos desapareció los plátanos y dejó a oscuras un país sin una explicación convincente. Buscaremos a nuestro alrededor también todo lo que nos recuerde 12 meses de resistencia pura, de cansancio lógico de muchos y de fake news increíbles, al punto de pensar algunos amigos que los cubanos habíamos perdido el rumbo de ser alegres, de bailar, de cantar y abrazarnos porque solo recibian informaciones de odio, peleas, enemistades y carencias.

Son las últimas horas 24 horas y las primeras del 2023. No encadeno postales ni mensajes de compromiso. Comparto mis añoranzas de que regrese la solidaridad entre nosotros y no el egoísmo. Albergo la más absoluta convicción que el proceso migratorio atravesando a cada familia es muy doloroso, pero mucho más que las opciones reales para los jóvenes hacia el futuro no sean lo suficientemente atractivas como lo fueron para mi generación. Sostengo que el país se nos envejece y los golpes en política necesitan hoy de menos discursos y más realizaciones sociales, más comunicación al corazón. Y eso se aprende haciendo, corriendo riesgos, amando este país como a uno mismo, tal como lo retrató Israel Rojas.

Son las últimas horas 24 horas y las primeras del 2023. Ojalá los desafíos contra el tozudo bloqueo económico del gobierno estadounidense sean vacunas de eficiencia y bulbos de inversión extranjera con menos burocracia. Ojalá nos pintemos de alegría en el Clásico Mundial de Béisbol sin olvidar lo mucho que tenemos que hacer con la pelota hacia dentro. Ojalá seamos menos románticos con la chapucería, la corrupción y lo mal hecho. Ojalá la inflación disminuya pronto sin recetas mágicas.

Ojalá usted haya leído esto hasta aquí y no sienta alcohol en estas líneas, a pesar de haber despedido el 31 de diciembre hace apenas unas horas, sino simplemente las venas abiertas de un cubano preocupado y ocupado por su destino, por su país.

Feliz 2023. Los abrazo siempre.

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