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RETRATOS: Las riquezas de Rafaela

Rafaela Terán Trujillo no cree que su trabajo tenga algo peculiar. “Esto lo puede hacer cualquier mujer”, me dice con sencillez, en medio del amplio taller, rodeada de cigüeñales y bloques de motor. Con habilidad toma en sus manos el reloj de caratula y lo pone sobre una de las piezas. “Se utiliza para determinar pequeñas diferencias de medidas, en alienaciones o excentricidad”, afirma.

 

Rafaela Terán Trujillo es defectadora A en la Unidad Empresarial de Base Motor Centro Industrial José María Pérez. Foto: Tahimi Ferrera

 

Si “se emplea para dimensiones que abarcan varios milímetros, es preciso percatarse, en la aguja pequeña, del milímetro exacto en el que se encuentra la medida…” Para una persona ajena al oficio, parece algo complejo, pero ella lleva más de cuatro décadas adentrada en ese mundo, al que pocas mujeres acceden. Su labor es vital, en la recuperación de equipos y piezas de repuestos para el sector del transporte.

“Llegué a los talleres de Naranjito muy jovencita. Pasé un curso de defectadora y aquí me quedé. Fui aprendiendo, poco a poco. Por suerte, tuve buenos maestros”, alega y recuerda con cariño a Manolo Vázquez, un mecánico que le entregó sus saberes.

A sus 65 años, Rafaela es una experta, encargada de controlar la calidad de las piezas que se van a emplear en el montaje de los motores u otras partes recuperadas. “Trabajo con cartas técnicas, siempre las tengo a mano”, acota.

 

 

La operaria es hoy toda una institución en la Unidad Empresarial de Base Motor Centro Industrial José María Pérez, ubicada en el reparto Naranjito, en el municipio capitalino Diez de Octubre. Es querida y respetada por sus compañeros. De eso da fe, el joven operario Reiner Jiménez Jorrín, quien agradece los conocimientos adquiridos a través de la maestra. “Su experiencia ha contribuido a la formación de otros muchachos”, asevera.

“Por aquí pasan también los estudiantes de la CUJAE y se quedan sorprendidos cuando me ven. También vienen alumnos de los tecnológicos; algunos se han quedado laborando aquí. No fui a la universidad, pero tengo los saberes que dan la práctica”, subraya.

Para Rafaela, el centro es su otro hogar. “Tengo la suerte de vivir muy cerca, así que no tengo que pasar trabajo cogiendo guaguas. Mi vida la he hecho en este entorno”.

 

Es respetada por sus compañeros. Foto: Tahimi Ferrera

 

Manifiesta que ya presentó sus papeles para la jubilación, pero solo descansará unas semanas, pues la volverán a contratar y ella aprovechará esa oportunidad. Aún tiene energías y ganas de apoyar a su colectivo.

Y como todos, esta cubana se prepara para celebrar el fin de año. Esta vez, dice, no cocinara, pues ha sido invitada a comer en casa de la suegra de uno de sus hijos.

A diferencia de muchos, prefiere comer pescado antes que carne de cerdo; pero, dada las circunstancias, si lo que hay es pollo, también le gusta. Brindará por la salud, la armonía familiar y la paz del mundo. Con eso, cualquiera es rico, concluye.

 

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