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El Rey Pelé y su última samba

La noticia no por esperada abre un agujero al fútbol mundial. Quiso su corazón que pasara la Copa Mundial de Catar para verla, disfrutarla e irla a contar luego como el Rey que es y será. Incluso con los ojos cerrados y enchuflado a equipos de respiración cuentan sus familiares que las piernas a cada rato se movían, cual samba auténtica que recordaba nacer y morir con un balón entre las piernas.

Edson Arantes do Nascimiento es para todos el Rey Pelé. Buscar más sobrenombres dentro de un campo de 90×45 metros es por gusto. Ícono de una generación dorada a la que arrastró a tres títulos en Copas del Mundo (1958, 1962 y 1970), su fama universal no lo hizo nunca abandonar su equipo de almohada, al que llegó con apenas 15 años: Santos.

Premios internacionales en Copa Libertadores, su único maridaje fuera de casa con el equipo Cosmos de Nueva York, la polémica eterna sobre si era él o Maradona el mejor del siglo XX o de toda la historia, su impronta como Ministro de Deportes del gigante sudamericano y aquel cese al fuego que logró en Biafra (Nigeria) en 1969 con un partido amistoso allí, tienen ya páginas amarillas en su biografía.

Sin embargo, pocos hablan de lo más importante. Tras 82 años de vida, Pelé nunca olvidó a su cuna: Tres Corações, un pueblito de Minas Gerais, donde fue limpiabotas y nunca tuvo televisor. Llegó al fútbol porque bailaba samba con poesía y le puso entonces versos y rima a una pelota blanca y negra. A los 10 años ya agrupaba a sus amigos para marcar goles que no van a estadísticas, pero se tatuaron en el alma de aquel fangoso poblado.

Solo algunos videos cuando el fútbol no era la maquinaria transnacional de imágenes televisivas que es hoy permiten identificarlo con ese 10 de los grandes. A los 17 años ya había conquistado lo que muchos no guardan jamás en sus vitrinas por más talento que puedan tener. Y con esa Copa regresó a Brasil y regresó a Tres Corações. Fue a la cancha de los primeros tiros de penal y la compartió con sus amigos y con el último que recordaba haberle limpiado unos zapatos.

Me quedo entonces con el Pelé de sonrisa sincera, dientes afuera para los flash, manos grandes y lustrosas; el de la poesía al bailar samba dentro de un terreno. Y al que tendremos que rendirle honores por todo lo que hizo, pero sobre todo por ser un Rey del pueblo, de los humildes, de quienes este 29 diciembre del 2022 lloraron por no verlo de nuevo sonreir, por su última samba dentro del fútbol.

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