La acción conjunta de tropas del Primer, Segundo y Tercer frentes, bajo el liderazgo de Fidel, desencadenó la rendición incondicional de Palma Soriano. Era el 27 de diciembre de 1958.
Según recoge la historia la arremetida del Ejército Rebelde contra las posiciones de los soldados batistianos había comenzado en la madrugada del día 23 del propio mes, el cual se había convertido, por sucesión de los acontecimientos, en alborada libertaria.
Recordemos que previo a la victoria en la llamada tierra del Cauto otros territorios de la zona suroriental del país habían sido tomados por los barbudos, cimentando el camino hacia la entrada triunfal en la ciudad de Santiago de Cuba.
Aires de revolución soplaban ya en San Luis, El Cobre La Maya, Alto Songo…
Palma Soriano coronaba también, luego de no pocas acciones armadas.
Se combatió duro. El enfrentamiento entre unos y otros contendientes tuvo mucho de arrojo y valentía, junto con una alta dosis de estrategia militar de quien era, y lo será por siempre, el Comandante en Jefe: Fidel Castro Ruz.
De a poco fueron cayendo en manos de los rebeldes el central azucarero, el cuartel, la jefatura de Policía y finalmente los edificios que rodeaban el parque central de la ciudad palmera.
Minuto a minuto se fraguaba la victoria definitiva. Así lo avizoraba el máximo líder de los barbudos y lo dejaba claro en un parte militar emitido el propio 27 de diciembre de 1958.
“(…) nadie podrá robarle al pueblo de Cuba el saldo beneficioso de la Revolución. Conquistaremos toda la justicia, estamos a un paso de obtenerla (…)”.
El paso agigantado y fuerte se dio el 1 de enero de 1959, el propio día en el que, también desde Palma Soriano, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, por las ondas sonoras de Radio Rebelde, ordenó el avance de las tropas rebeldes, sin que aceptaran acuerdo alguno con el enemigo que no fuera la rendición completa ante el Ejército Rebelde.
Igual, en alocución al pueblo de Cuba lo llamó a estar preparado para, de ser necesario ante el intento de golde de estado en La Habana, lanzarse a la huelga general revolucionaria.
Pero nada ni nadie impidieron la victoria ganada a fuerza de coraje y dignidad.
“Esta vez los mambises sí entraron a Santiago de Cuba”.
Toda la justicia había sido conquistada.