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Ofrenda de música y amor para la Universidad Central

Íntimo y personal, auténtico y cómplice, inmenso y cubano. Son estos los calificativos exactos que resumen el concierto «Ofrenda», que el maestro José María Vitier dedicó a la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas (UCLV), en el aniversario 70 de su fundación.

 

Foto: Lourdes Rey

Íntimo y personal, por estar en la universidad de sus raíces. La del abuelo Medardo, en la que el humanista dejó impronta como profesor de filosofía, y la que le concedió el Título de Doctor Honoris Causa en 1954. La misma universidad que luego repitió el reconocimiento a sus padres. A Cintio en 1999 y a su madre, Fina García Marrúz en 2004, primera y única mujer con esta condición.

Íntimo, porque según confesó: «cuando vengo a Santa Clara no lo hago al centro de la isla, sino al centro de la Patria».

Cubano no solo porque él lo es desde las entrañas y lo asume con total autenticidad, sino además porque el repertorio escogido recreó diversos géneros de la música nacional: la habanera, la danza, la contradanza, el son, el danzón, desde el más tierno lirismo que brota de la melodía de sus obras, y desde la fusión de las raíces afrocubanas y el jazz.

Cómplice porque se hizo acompañar de la visualidad elegante y múltiple de la obra de su esposa, la artista plástica Silvia Rodríguez  Rivero, y de las inolvidables imágenes del cine cubano que ha musicalizado, música legendaria y nuestra.

 

Foto: Lourdes Rey

Inmenso porque fue a la virtud, al alma noble, a la ternura, por reverenciarse ante el saber y la inteligencia desde la humildad de los grandes y los imprescindibles.

Concierto inmenso, cubano, auténtico e íntimo, porque allí junto al piano, estaban ellos: Medardo observando y pensando; Cintio y Fina como siempre, hechos uno, haciendo poesía; y Sergio, el hermano, grande también, rasgueaba la guitarra para acentuar acordes…

Y él, sin levantar la mirada de las teclas del piano, los sentía, era visible que estaban todos, como musas inspiradoras, dando amor.

El público, de pie en un interminable aplauso, ovacionó no solo a José María y la Orquesta Sinfónica de Villa Clara, sino a la savia enriquecedora de una familia cubana y martiana, que en esta universidad dejó su huella enaltecedora.

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