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Pablo Milanés en el altar sagrado de su patria

En Madrid, España, donde estaba hospitalizado hace varios días por varios problemas de salud, ha muerto en la madrugada de este martes (hora local) el cantautor cubano Pablo Milanés.

 

Cuba a un grande, a uno de los principales referentes de la cultura, a un símbolo.

Fue un trovador inmenso, poeta que encarnó como pocos el espíritu de su pueblo.

Generaciones completas de cubanos hicieron suyas sus canciones. Esos temas integraron (integran) la banda sonora esencial de una nación.

Pablo cantaba con Cuba. Cuba cantaba con Pablo.

Fundador, junto a Silvio Rodríguez, Noel Nicola y otros tantos, del Movimiento de la Nueva Trova, aportó a la cancionística cubana la singularidad de una vocación lírica, de la mano de una peculiar calidad interpretativa.

Su voz era un torrente de matices, un ámbito de múltiples resonancias, melodiosa concreción de un impulso raigal.

Y en sus letras confluían las marcas de una gran tradición trovadoresca y los nuevos caminos de una lírica atenta a los desafíos de la contemporaneidad.

Le cantó al amor, le cantó a la Patria, le cantó a la gesta de un pueblo, su pueblo.

La obra de Pablo Milanés es patrimonio indiscutible de la cultura cubana.

Cuba llora a un imprescindible.

Sus conciertos siempre fueron celebración de la vida. Miles entonaron con él versos inolvidables, en veladas que devinieron fiestas de la evocación.

Tenía la capacidad de resumir aspiraciones, sentimientos, homenajes colectivos.

Una y otra vez compartió escenarios y estudios de grabación con significativos artistas. Solía hacer la voz segunda en muchas interpretaciones a dúo… pero, ¡qué segunda voz! Prodigio de la armonía, de la compenetración fructífera.

Los valores formales de sus creaciones están fuera de discusión, tienen incluso una densidad y un vuelo sinfónicos, aunque fueran concebidas para una guitarra sola.

Por eso la música y las letras de Pablo Milanés pueden encontrar plena realización en encumbradas convocatorias y en la tertulia íntima de los amigos.

Lejos del país que amó y encumbró con su obra, a los 79 años ha muerto Pablo Milanés. Pero él siempre fue presencia permanente. Fue y será, porque hace mucho garantizó la sobrevida.

Pablo es Cuba, como lo son los más grandes artistas nacidos en esta tierra: supo aprehender el ángel indómito de estas islas, recrear su vuelo maravilloso, volverlo poesía y música para todos los tiempos.

Pablo querido, emblemático más allá de las polémicas, ejemplar en su entrega a su arte, fiel a un acervo compartido. Pablo de todos. Pablo eterno.

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