No hay nada más lindo que el fútbol cuando se juega como lo hiceron hoy los ingleses. Los iraníes no cantaron el himno en señal de protesta por la situación política de su país y se quedaron en silencio casi todo el partido.
Lo único que escuchaban era el sonido de los toques de los sajones, que no prestaban la bola y que están tan dulces que es difícil no tenerlos como candidatos a cosas grandes.
Los de Southgate sí que cantaron sobre la grama del Internacional Khalifa. Cantaron seis goles conseguidos con extrema facilidad, siguiendo las órdenes del director de orquesta, que se dio el lujo de tener en la banca a Foden, Grealish, Rashford, Henderson, Alexander Arnold y compañía. No, no me confundo, esa es la banca inglesa y no son los únicos.
Bellingham iba sobrado, llevando los planes a la práctica. Así oxigenó el juego y les sacó el aire a los persas cuando mandó a guardar de cabeza un centro templado desde la izquierda.
Y comenzó el verdadero recital al que se sumaron Sterling, Saka (por partida doble), Rashford y Grealish; y en el que participó también Harry Kane, jugando de espaldas y asociándose. No anotó, ni falta que le hizo.
Lo iraníes no quisieron estar callados todo el juego, y aunque los europeos les tapaban la boca, esgrimieron los tímidos gritos Taremi, el último una cortesía del referí Raphael Claus, que fue al var, vio un penalito y lo marcó cerca de que se cumplieran los diez minutos que había agregado en esa segunda parte.
Hechizado por el fútbol de la selección de la rosa, el principal casi estira la agonía iraní hasta los 120 minutos, poco le faltó para llegar a los penales, pero el 6-2 y los 114 de juego fueron más que suficientes.
A Irán parece que le tocará sufrir ante Estados Unidos y Gales, que empataron entre ellos 1-1 y buscarán sacar tajada de cara a una posible clasificación. Inglaterra, por su parte, deberá lidiar con los fantasmas sin miedos a creer que la ilusión, por fin, puede convertirse en realidad 56 años después.