No sé si últimamente se ha visto a alguna presidenta de mesa electoral con un embarazo avanzado. Ese fue mi caso, cuando se realizaron en octubre de 1976 las primeras elecciones municipales del Poder Popular.
Por eso, cuando en octubre se cumplió el séptimo mes de la gestación, hubo quien se sorprendió y me preguntó ¿de dónde sacaste ese barrigón?
En esa situación pude haber pedido que me sustituyeran en la responsabilidad de presidenta de la mesa electoral, pero eran las primeras elecciones y no quería estar ajena a ese acontecimiento, que además me había ocupado mucho tiempo de preparativos, de chequeo de las listas de electores, en fin…muchos detalles previos para que todo funcionara bien, en una tarea de la que no teníamos antecedentes.
Un gran número de vecinos, además de mis padres y mi esposo, pasaron el día de elecciones por la mesa electoral para llevarme jugo, café, golosinas de manera que pudiera sentirme mejor en lo que realmente fue un esfuerzo de muchas horas. Como no se sabía el sexo del bebé, no faltaron las bromas de quienes sugerían, si tenía hembra, que le pusiera boleta y si era varón, escrutinio.
Pero el esfuerzo valió la pena, fue electo el candidato que más méritos y prestigio tenía en el barrio, que demostró su valía, su sensibilidad y ejecutividad durante todo su mandato.
Y llegó diciembre, mes en que se constituiría la Asamblea Nacional y en el que me correspondía tener a mi primer hijo. Mi esposo estaba atendiendo a una de las delegaciones invitadas al acontecimiento y por tanto apenas pudo “colarse” en el hospital para verme a mí y conocer a nuestro hijo.
Por eso cada diciembre se cumple un año más del surgimiento del Poder Popular y un año más de vida de aquel niño que desde el vientre materno supo de nominaciones, mesas electorales y votaciones, y también de escrutinio, pero no para usarlo como su nombre.