Recuerdo que cuando era un jovencito y vivía en un barrio de los que ahora le llaman vulnerables, pero en aquella época clasificaban como marginales, con frecuencia llegaba el delegado de la circunscripción del Poder Popular y le preguntaba a mi mamá: “¿Necesita algo para mejorar la casita?”. Entonces ella le pedía, por ejemplo, una tasa sanitaria para el baño y dos sacos de cemento. Él sacaba de un bolso negro un papelito y anotaba el pedido.
Con ese documentico íbamos a un lugar que no memorizo bien y comprábamos lo que él nos había autorizado y de ese modo mejoramos un poquito las condiciones de aquella casita en muy mal estado. El delegado era como un Rey Midas para casi todos los electores.
Desde hace algún tiempo ─no poco por cierto─ esas funciones han cambiado y actualmente a quienes son elegidos y forman parte de las asambleas municipales del Poder Popular, siguen siendo representantes del pueblo, pero no repartidores de materiales. Ellos promueven la solución colectiva de los problemas, con la participación de todos y canalizan los problemas ante los organismos pertinentes. En fin, son los oídos del pueblo, como ─considero─ siempre debió ser.
La esencia fundamental de las funciones de los delegados consiste en que, como representantes genuinos de la población, ejerzan el poder estatal. Ellos están siempre atentos a las dificultades que afectan a toda la comunidad. A través de ellos las masas participan sistemática y regularmente en los asuntos del gobierno de la sociedad y en la discusión y solución de los problemas.
Los delegados cumplen las funciones siguientes: mantener un vínculo real, permanente y sistemático con sus electores, atendiendo y viabilizando los asuntos planteados por éstos y trabajar constantemente para conocer los inconvenientes que afectan a sus electores y las causas que los generan; así como la de reclamar, cuando sea necesario, a quien corresponda, la adopción de las medidas que se requieran para resolverlos, a fin de lograr una respuesta rápida y contribuir a elevar su autoridad ante los electores, y además, reunirse con los electores por lo menos dos veces al año, con el objeto de rendirles cuenta de su gestión personal, entre otras muchas.
Relación permanente
Un delegado cienfueguero que ejerció esa responsabilidad durante dos mandatos me recibió en su casa. La sala es pequeña, con unos mosaicos preciosos en el piso que deben acumular 100 años o más. En la pared tiene una foto del Comandante en Jefe Fidel Castro y el título de graduado universitario de su hijo. Fue atento y cordial, pero me pidió obviar su nombre (lo cual respeto). “Como no fui nominado en esta ocasión algunos pudieran pensar que converso con usted porque estoy resentido y no es así. Creo haber cumplido mi deber de la mejor manera posible”, dijo al inicio de la conversación.
Explicó que la función principal que le corresponde a un delegado a la asamblea Municipal del Poder Popular es mantener una relación permanente con sus electores, promoviendo la participación activa de la comunidad e como informar las opiniones, necesidades y dificultades que les trasmitan.
“Hay que ser líder. De lo contrario nada se logra. La rendición de cuenta es esencial, porque permite informar lo que se ha hecho y lo que debe hacerse. Y debe darse a respetar ante las autoridades, exigir sus derechos, con respeto, pero sin temores ni escondiendo asuntos, por complicados y sensibles que sean”, aseguró.
“Para mí esos dos mandatos constituyeron una escuela. Cuando pensé que nada me queda por saber, aprendí mucho de la gente, de cómo ejercer el gobierno en la base, de lo importante que es un delegado en la representación del pueblo. Me siento satisfecho con lo que hice. Ahora le corresponderá a otro, más joven y con más ímpetu. Ya los años se sienten en el cuerpo y la mente y los tiempos actuales requieren de la mayor agilidad y dinamismo”, señaló.
Pidió permiso. Entró al cuarto y regresó con un certificado que puso delante de mis ojos. Es un reconocimiento de la dirección de la Asamblea Municipal por la labor realizada durante los momentos más difíciles de la pandemia provocada por la COVID─19. “Fueron días sin dormir, sin descansar, pero atendimos a las familias y personas más necesitadas. Todos unidos vencimos esa batalla. Los delegamos desempeñamos un papel fundamental. Esos días no se olvidarán jamás”, acotó finalmente.
Acerca del autor
Graduado de Profesor de Educación General en el Instituto Superior Pedagógico Félix Varela, de Villa Clara, Cuba (1979). Ha laborado en la Revista Juventud Técnica, semanario En Guardia, órgano del Ejército Central, periódicos Escambray, CINCO de Septiembre y Granma. Desde el año 2007 es corresponsal de Trabajadores en la provincia de Cienfuegos. Está especializado en temas económicos y agropecuarios. En 1999 acompañó en funciones periodísticas a la segunda Brigada Médica Cubana que llegó a Honduras después del paso del huracán Mitch. Publicó el libro Verdades sin puerto (Editorial cubana MECENAS). Ha estado en otras tres ocasiones en esa nación centroamericana, en funciones periodísticas, impartiendo conferencias a estudiantes universitarios, asesorando medios de comunicación e impartiendo cursos-talleres sobre actualización periodística a periodistas y comunicadores. Multipremiado en premios y concursos internacionales, nacionales y provinciales de Periodismo. Fue merecedor del Premio Provincial Periodístico Manuel Hurtado del Valle (Cienfuegos) por la Obra de la Vida – 2012. Le fue conferido el Sello de Laureado, otorgado por el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Cultura (SNTC). Mantiene evaluación profesional de Excepcional.