Igualmente se supo que similar destino tuvo el de José María Pérez Capote, veterano dirigente sindical que desde marzo de 1952 se encontraba al frente de la Confederación de Trabajadores de Cuba (CTC), debido a que la tiranía de Fulgencio Batista había impedido el regreso al país de su secretario general, Lázaro Peña González, que había viajado para participar en una reunión de la Federación Sindical Mundial (FSM).
Pérez Capote, líder de los trabajadores del transporte desde los primeros años de la década de los años treinta del pasado siglo, estuvo entre los fundadores de la CTC, en la cual fue miembro del Departamento Juvenil y de la secretaría de propaganda del Sindicato Nacional de Obreros del Transporte.
Había sido detenido el 20 de noviembre de 1957 en la esquina habanera de Carlos III y Belascoaín, y no obstante ingentes gestiones llevadas a cabo por sus familiares y amigos nunca se supo su paradero.
Siniestro procedimiento
El destino final de los cuerpos de Dionisio San Román Toledo, Alejandro González Brito y José María Pérez Capote, fue el mismo dado por los sicarios de la tiranía batistiana a otros destacados revolucionarios, en muchas ocasiones aún con vida.
Tal proceder constituía una práctica acerca de la cual el veterano combatiente comunista Jorge Risquet Valdés, ya fallecido, contó a esta periodista que en los días previos y posteriores a la insurrección del 30 de noviembre de 1956 en Santiago de Cuba, y del desembarco del Granma, en la provincia de Oriente se desató una ola de terror y asesinatos que culminó en las denominadas Pascuas Sangrientas, en tanto en la capital del país se recurrió al método de las desapariciones, y precisó:
“A los detenidos, militantes del Movimiento Revolucionario 26 de Julio, del Directorio Revolucionario 13 de Marzo y del Partido Socialista Popular, se les sometió a crueles torturas en continuos interrogatorios para tratar de que revelaran detalles de sus actividades de lucha contra el régimen y denunciaran a sus compañeros y jefes, proporcionaran las direcciones de los domicilios de estos y de los lugares de reuniones, así como otras actividades clandestinas”.
Incansable batallador
Miembro de Defensa Obrera Internacional y de la Liga Juvenil Comunista, José María Pérez empezó su quehacer sindical bajo la dirección de Rubén Martínez Villena, quien le encomendó misiones tan importantes como la de dirigir el Club Juvenil Cultural Deportivo Obrero de Luyanó, y la atención a la juventud trabajadora de esa barriada y de las de Lawton, Diez de Octubre, Santos Suárez, parte del Cerro, y Guanabacoa, localidades que concentraban numerosos centros industriales.
Por su combatividad, sus compañeros de labor en el paradero de ómnibus de Palatino lo eligieron miembro del comité sindical, hecho que marcó el inicio de una brillante labor en defensa de los derechos de los trabajadores, a quienes apoyó en todas sus protestas y reclamos. Además, participó activamente en la organización de la huelga general que derrocó a la tiranía de Gerardo Machado en agosto del año 1933.
También había integrado el Departamento Juvenil de la Confederación Nacional Obrera de Cuba (CNOC) y la secretaría de propaganda del Sindicato Nacional de Obreros del Transporte. Trabajó como secretario general de la Federación de Trabajadores de la provincia de La Habana; asumió responsabilidades que le permitieron relacionarse con dirigentes de todos los sectores laborales del país.
Fue ese el comienzo de un intenso quehacer sindical que se fortaleció en la lucha por la consecución de la unidad obrera sindical, lo cual le ganó un indiscutible prestigio entre las masas trabajadoras y le convirtió en líder de primera línea.