Sagua la Grande, Villa Clara.— Si escribir sobre béisbol es como mirar a través de las ventanas de las casas de muchos de nosotros y contar lo que vemos, creo que me atreveré. Espero que la descripción o mejor dicho la interpretación no sea tan rigurosa como honesta, ya que será una mezcla de sentimientos y experiencias. Conversaré con usted sobre la Liga Azucarera de Béisbol, ese fenómeno sociocultural cuyas páginas de viva historia nos regalan una belleza peculiar.
Aquí cada personaje que nace en el terreno, el graderío o el batey es una conmovedora invitación a conocer los infinitos e inesperados quiebros que puede dar un viaje hacia una de las tradiciones más añejas de nuestro país. Este es un camino dulce, pero también con cierto amargor, porque como toda obra humana tiene imperfecciones que merecen ser desterradas para afianzarla como la “joya” más querida de la familia de los azucareros en materia deportiva…
Prefiero iniciar este diálogo con un buen sorbo de guarapo si de cosas positivas se trata. ¿Le hablo de lindas vivencias? Pues bien, durante poco más de una semana este equipo de trabajo cubrió las incidencias de la final de la 40 edición de la liga de la pelota más “dulce”. Sobre la marcha departió con gente sencilla y humilde. Con aficionados y jugadores que desbordaron desde las gradas y los dogaouts una pasión que se extraña en muchos juegos de la Liga Élite y la Serie Nacional…
En los bateyes y asentamientos cañeros de Violeta en Ciego de Ávila, Encrucijada, Sitiecito y Sagua la Grande en territorio villaclareño, compartirnos testimonios y experiencias capaces de conmover el corazón más férreo. No les hablo de sentimentalismos ramplones, sino de miradas sinceras y profundas. De personas que no solo brindan y comparten lo poco o menos que tienen, que ratifican en casi todos sus diálogos de voz sabia, sus muchos años de buenas tradiciones heredadas. Uno de sus más cuidados tesoros. Algo que en las ciudades se ha ido eclipsando hasta casi extinguirse…
Desafortunadamente a la fiesta la escaldan ciertas dolencias. ¿Se las enumero? Permítanme primero terminar mi vaso de guarapo. Aquí voy: Urge un mayor apego de las empresas encargadas al sindicato. Precisa de una mayor vinculación de los directivos provinciales y municipales de AzCuba. Que las autoridades pertinentes del Inder y la Federación Cubana de Béisbol entreguen más implementos, incluidos uniformes. Apremia estimular a los atletas-trabajadores. Dentro de lo posible, mejorarles el hospedaje y balancear la alimentación.
De igual forma, tratar de que todos los árbitros involucrados en la final no sean de los territorios en competencia. Ubicar a la prensa acreditada en lugares donde la cobertura de Internet sea la idónea para realizar su trabajo. Vincular al sector cultural local para que promueva sus tradiciones, y estudiar si es vital la participación de peloteros de la Serie Nacional. (Conocimos que es una manera de atraer personas a los estadios, aunque los más puristas defienden que su intervención lacera de gravedad a la justa, pues deja de ser cien por ciento de los trabajadores).
Asimismo, para reconocer la trayectoria de aquellas glorias del béisbol azucarero que respiraron el polvo de estos terrenos, sería pertinente invitarlas a los partidos de la final a que lancen la primera bola.
Es cierto que vivimos tiempos complejos, y que tal vez estas reflexiones, que no son todas por cuestión de espacio, no sean bien digeridas por algunos decisores. Si es así, les recuerdo que siempre todo sacrificio es poco para apoyar la recreación y desarrollo de los bateyes, ese criollo reducto que felizmente sigue aferrado a perpetuar una querida y centenaria tradición cubana: el béisbol azucarero.
*Al cierre de esta edición la Empresa Agroindustrial Azucarera Héctor Rodríguez, de Villa Clara, superó 9 por 8 a su similar Primero de Enero, de Ciego de Ávila, en el sexto juego de la final y se coronó campeón de la 40 Liga Azucarera de Béisbol.