Cargando...En ese ámbito de la nostalgia y el sentimiento que es el filin, confluencia maravillosa del bolero y el jazz, habitará siempre el recuerdo y la obra inmensa de César Portillo de la Luz. Le bastaba una guitarra para obrar el misterio. Una guitarra y su singular sensibilidad. Nació hace cien años en La Habana, en la ciudad en que murió hace menos de una década, y en la que creó temas esenciales del gran repertorio de la canción cubana.
Bastaría una creación para ubicarlo entre los imprescindibles, Contigo en la distancia, que es uno de los grandes emblemas del filin, un verdadero himno, una metáfora del imperio del amor en la memoria de la gente. Cantantes de todas partes lo han interpretado, resaltando su riqueza melódica y sus implicaciones líricas.
Junto a José Antonio Méndez, Frank Domínguez, Ñico Rojas, Elena Burke, y otros cantantes y compositores, Portillo de la Luz abrió caminos en la música popular cubana, dotándola de nuevas aristas interpretativas, que aunaron las tradiciones de boleristas y trovadores con otras sonoridades de la noche habanera de finales de la primera mitad del siglo XX.
El Filin es el género de los pequeños clubes, música nocturna, íntima… aunque se puede concretar a cualquier hora, siempre que se propicie el ambiente. Es más, el Filin instaura ese ambiente. Y puede florecer en cualquier reunión de amigos.
Una y otra vez César Portillo de la Luz animó tertulias más o menos espontáneas con su guitarra y su peculiar voz, su manera de decir.
La suya fue una presencia habitual en cabarets, centros culturales, la radio y la televisión, durante varias décadas. Trabajó hasta el final. Era un hombre de fuertes convicciones y defendía sus ideas con tesón. Pero su argumento mayor fue su música, que dejó de pertenecerle para devenir patrimonio de su pueblo.
