En nuestro mundo, el de hoy —con sus padecimientos, cicatrices, euforias y grandilocuencias— hay crédulos e incrédulos sobre cualquier tema que se pone sobre el tapete. Para los cubanos existe uno esencial y divergente, latente y latiente.
Los cubanos se miden cada día con la naturaleza; viven entre la guerra económica, comercial y financiera, y desafían obstáculos, presiones, carencias, sanciones e imposibles.
Es fácil decirlo, lo difícil es ser asmático y pensar en las dificultades para traer el salbutamol desde la lejana Europa, porque los socios comerciales de Cuba se han retirado, tienen la fábrica paralizada, a sus trabajadores interruptos.
Lo difícil es tener a un niño con un padecimiento oncopediátrico sin posibilidades de recibir quimioterapia y radioterapia menos agresivas, las que existen en el primer mundo, y son inaccesibles en un país por haber elegido su destino. Desde el año 2019 creció la afectación a la producción de medicamentos, diagnosticadores, equipos y dispositivos médicos, que inciden en la sostenibilidad y calidad de los servicios, aun cuando se cuenta con profesionales altamente calificados y vocación humanista a toda prueba.
Lo difícil es soportar los perennes apagones por las afectaciones a la disponibilidad de la potencia, falta de combustible, de tecnologías para generar electricidad o la negativa de bancos de Corea del Sur para trabajar con sus homólogos cubanos, que obliga a adquirir grupos electrógenos en otros mercados.
No se trata solo de la imposibilidad de adquirir recursos básicos para el sector de la energía o la minería; es la afectación a la calidad de vida de millones de cubanos.
Lo difícil es que el esfuerzo de Cuba para financiar tecnologías e insumos para la producción de alimentos choque con las constantes negativas de proveedores y transportistas cuando las mercancías tienen hasta un 10 % de componentes de origen estadounidense. Es la imposibilidad de adquirir materias primas para piensos, bloques nutricionales y proteicos con los cuales se alimentaría mejor a los animales; o fertilizantes y plaguicidas para obtener mejores rendimientos de los cultivos.
Lo difícil es que dado el flujo migratorio ilegal que apaña el Gobierno estadounidense, haya madres que lloren la pérdida de un hijo en el mar, y familias que sufran la falta de alguno de sus miembros porque salieron tras el sueño americano.
La historia de resistencia del pueblo cubano impone un valladar al infortunio del bloqueo de Estados Unidos.
En los momentos más críticos de la COVID-19, los científicos hicieron vacunas y ventiladores pulmonares porque fue imposible adquirirlos; se hicieron mascarillas; los vecinos donaron medicamentos; las instituciones protegieron a los vulnerables y, a pesar de las muertes, el pueblo sobrevivió a la pandemia.
La Ley de Soberanía Alimentaria y las 63 medidas que se aplican en la agricultura contribuirán al desarrollo, aun con las carencias actuales, para eso Cuba se sustenta en hombres y mujeres consagrados, con capacidades y experiencias, acostumbrados a trabajar en condiciones difíciles.
Cuba cuenta con productos, alimentos y tecnologías demandados en el mundo; claro en franca desventaja con los de las compañías monopólicas, pero que logran imponerse por su exclusividad como el habano; la pureza de la miel de abejas; el sabor del ron o el aguardiente; los desvelos que fructificaron en vacunas antiCOVID, Heberprot-p, CIMAvax-EGF® (vacuna contra el cáncer de pulmón).
El ingenio de los cubanos es imparable; viven de su grandeza, de su humanismo, de su solidaridad; de inventarse una y otra vez por más que intenten apretar la cuerda, y el Gobierno norteamericano mantenga su política de asedio anclada en el pasado.
El bloqueo es éticamente injustificable e inaceptable; tangible: alcanza y daña a cada familia cubana, a los cubanos que residen en Estados Unidos, a los ciudadanos estadounidenses y a las personas y empresas de todo el planeta.
Porque como dice el eurodiputado español Manu Pineda: “A Cuba no se le castiga por sus errores, sino por sus aciertos; el bloqueo es un escarmiento para que nadie siga su ejemplo”.