No hace falta haber estado en la camagüeyana ciudad de Guáimaro los días 22 y 23 de octubre para saber que el Grupo iberoamericano Décima al filo, de mujeres decimistas, se vistió de largo con su XVII Encuentro, primero en condiciones presenciales después de varios en formato on line a causa de la pandemia.
De ello dan fe las publicaciones en Facebook, sobre todo las de la presidenta de esa agrupación y presidenta de honor del evento, la reconocida poetisa Odalys Leyva Rosabal — Premio Iberoamericano Cucalambé 2008 entre otros muchos lauros— y las de los dos poetas escritores a quienes, siguiendo la costumbre de estos cónclaves, se dedicó esta edición: Martha Rosa Fernández y Alejandro González, autores con larga y rica trayectoria literaria. Este último, incluso, realizó una verdadera cobertura periodística digna de encomio.
Yo he participado en la mayoría de los Encuentros Décima al filo anteriormente realizados, y a partir de esa experiencia he publicado varias veces mi opinión de que esos concilios literarios son la más significativa cita que se efectúa en Cuba a partir de la convocatoria de los escritores decimistas. Y siempre he aclarado que la fiesta mayor del complejo artístico-literario de la décima, la jornada cucalambeana, lógicamente atiende a esa disciplina integralmente y no puede concentrarse —como sí puede y hace felizmente Décima al filo— en la vertiente escrita, incluidos sus innúmeros vasos comunicantes con otras manifestaciones del arte y la literatura.
Ahora, después de haber seguido por Facebook los dos días del evento de Guáimaro, compruebo con cariño —y con una dulce envidia— que, una vez más, puedo reafirmar el criterio antes expresado. Y con signos de admiración.
El saldo de este XVII Encuentro Décima al filo —sin dejar de ser perfectible como toda obra humana, y de su examen a lo interno se encargarán de seguro sus organizadores— representa a mi modo de ver un escalón superior en la trayectoria de estos eventos, aun con el riesgo para mí de haberlo valorado a distancia.
Como es su tradición, la historia patria fue reverenciada desde la inauguración, con una ofrenda floral depositada por los poetas Martha Rosa y Alejandro en el Mausoleo a Ana Betancourt, figura insigne en la lucha de las mujeres por sus derechos desde las páginas doradas de la Asamblea de Guáimaro, que en 1869 dio a luz la primera Constitución de la República de Cuba en Armas.
En el transcurso de la agenda, además, se honró a escritores cimeros: los emblemáticos padres decimísticos Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí, y Adolfo Martí Fuentes, así como a la inolvidable Carilda Oliver y al relevante autor guaimareño Raúl González de Cascorro, todos a los cien años de sus nacimientos. Y no faltó, no podía faltar, el tributo al Poeta Nacional, Nicolás Guillén, a los 120 años de su natalicio.
La habitual articulación del cónclave con otras expresiones alcanzó en esta edición un mayor colorido. Acaso lo más novedoso fue esa eclosión poética en décimas al abrigo sublime de la Banda Municipal de Conciertos. Quizá lo más novedoso, repito, pero no lo único.
A más de otros hermosos intercambios con creadores de la música clásica y popular, las numerosas lecturas de textos en la estrofa nacional —entre poetas de Camagüey, Las Tunas, Holguín y Sancti Spíritus, hasta donde pude ver, y en contacto con el público guaimareño— llevaban el calor fraterno contenido durante el tiempo de no verse y no abrazarse, a causa de la pandemia, y tal vez por eso se extendieron incluso hasta los momentos de receso en el programa, ávidos como estaban todos de intercambiar sus versos.
Y a juzgar por lo visto en la red social, la imbricación de la décima escrita con su par, la oral improvisada, se expresó con una mayor plenitud formal y sensorial, gracias por supuesto a reconocidos maestros del repentismo como son, entre otros, el tunero Dimitri Tamayo y los camagüeyanos Héctor Peláez y Nelson Lima, quienes transitaron toda la agenda acompañados musicalmente por Las cuerdas de la sabana.
Los espacios de pensamiento también tuvieron una más elevada cota, desde las palabras de bienvenida por el ahora presidente del Comité Organizador del evento, el indispensable historiador Desiderio Borroto Fernández, quien más adelante brindó una conferencia sobre grupos portadores de la cultura en el territorio y aportó el intercambio de los decimistas con el arte escénico, mediante la presentación de la Sociedad del Teatro de Guáimaro en la pieza Érase una vez un Rey.
Cada quien trajo con amor lo suyo. En el apretado y bien nutrido calendario, participantes de otras provincias enriquecieron los espacios teóricos con expresiones orales en torno a la tradición decimística en sus territorios y con experiencias en la vida decimística más reciente.
Los integrantes de la vanguardia artística y literaria de Guáimaro, como siempre cálidos anfitriones, aportaron de muy diversos modos, encabezados desde luego por la propia Odalys y el infaltable Diusmel Machado Estrada, como ella merecedor del Premio Cucalambé de décima escrita —ya conquistado por otros dos guaimareños— y desde siempre eficaz secretario ejecutivo de estos cónclaves.
La deseable y necesaria articulación entre agrupaciones espontáneas e instituciones estrechó sus fraternales lazos de trabajo. Este XVII Encuentro Décima al filo contó con el respaldo activo de la Casa de Cultura Luz Palomares García, de la Dirección Municipal de Cultura, el Centro Provincial del Libro y la Literatura de Camagüey, la UNEAC de Las Tunas y la Casa Iberoamericana de la Décima Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, el Cucalambé, con sede en la capital tunera.
Ese abrazo para los empeños cristalizó, entre otras acciones, en numerosas presentaciones y ventas de libros, incluyendo volúmenes merecedores del Premio Cucalambé, el más significativo certamen de la décima escrita. Varios laureados con él, se unieron en lectura colectiva, como años atrás.
La autora guaimareña Nitza Núñez vio presentarse en forma de plegable su obra Voces, galardonada en el concurso nacional de glosas Canto alrededor del punto, en la Jornada Cucalambeana de 2019, lo cual asumió la también poetisa Mayelín Barrera, especialista de la Casa Iberoamericana de la Décima.
Varias familias locales se alistaron como anfitrionas, en primera fila la de Odalys Leyva Rosabal, ya experta en estos menesteres de los Encuentros Décima al filo, con un cariño que escapa a las potencialidades de las palabras y de cualquier tipo de agradecimiento.
Cuesta creer que tantísima actividad fraternalmente literaria —y quedarían muchas cosas por narrar— pudieron caber en un programa de dos días.
Ahora podrá el lector, también sin haber estado en Guáimaro el 22 y el 23 de octubre, compartir —o no— mi dichosa y entusiasta convicción en cuanto al traje largo en que se ha enfundado la agrupación convocante, que para orgullo nuestro es la agrupación de las mujeres. Yo, feliz y todo como estoy, a modo de coda les confieso que hubiera preferido contarles todo esto habiendo estado en Guáimaro.
Es que se me quedaron en el pecho demasiados abrazos.
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