Hoy volvió a Santa Clara el recuerdo de aquel silencio de hace 25 años atrás cuando el Che, después de tres décadas de ausencia por haber sido ocultado por sus sicarios, y a pesar de ello haber estado en todas partes, presente y vivo «como no lo querían», estaría para siempre en Santa Clara.
Hasta las aves que anidan en el parque Leoncio Vidal de la ciudad del centro de Cuba aquel día dejaron de trinar en ese instante.
Los rostros estaban consternados, las miradas ausentes, las frases contenidas lo traían de vuelta en un recuerdo que era presencia y vigencia, todo desde el silencio profundo, estremecedor, conmovedor; un silencio que se convirtió en grito.
El Che en cambio no llegó herido, se le sentía triunfante desde la Sala Caturla en que se le rindió tributo, y enérgico con fusil al hombro se estableció en su nueva comandancia: El Memorial, esa alegoría de una selva latinoamericana, campamento seguro, sitio para el reposo, lugar para tomar fuerzas y seguir en la batalla.
Su descanso eterno junto a sus compañeros en el Complejo Escultórico que lleva su nombre fue entendido como empuje solo cuando Fidel, contra todo pronóstico y en medio de los sentimientos encontrados del pueblo, expresó: «No venimos a despedir al Che y sus heroicos compañeros, venimos a recibirlos».
Desde entonces Santa Clara vuelve a hacer de aquel silencio de hace 25 años un grito de gloria hasta la victoria; lo hace entre flores, fotos conmovedoras y recuerdos… Y, el silencio se transforma en ajetreo cotidiano, sus fábricas inician las labores, los niños iluminan la mañana con el ir y venir por sus calles…
El silencio de aquel octubre se volvió ímpetu, fuerza, entereza, acción; es que el guerrillero y su tropa impulsan a seguir librando y ganando nuevas batallas.