El suyo fue un itinerario muy vinculado al arte popular y a las más auténticas expresiones de la tradición dramática nacional.
Bastaría una obra, Maria Antonia, para ubicarlo entre los clásicos de la dramaturgia cubana; pero Hernández Espinosa fue autor de decenas de piezas teatrales que han sido montadas por las principales agrupaciones y han sido versionadas para el cine y la televisión.
Títulos como Mi socio Manolo, Calixta Comité, Emelina Cundiamor o Lagarto Pisabonito articularon una galería de personajes entrañables, con los que se identificaron generaciones completas de cubanos.
Por la trascendencia de sus obras y por su ejecutoria como director escénico y director general de la compañía Teatro Caribeño, recibió en 2005 el Premio Nacional de Teatro. Y más recientemente, en 2020, el Premio Nacional de Literatura.
Su obra, fuertemente arraigada a la identidad de su pueblo, constituye uno de los más sólidos conjuntos de la literatura dramática cubana.
En una entrevista publicada en este periódico en 2020 le había dicho al periodista Jorge Rivas:
«Viví en ese mundo marginal, con su escala de valores y frustraciones y eso conlleva que mis personajes transiten por esa estructura que es asfixiante y no te deja mover, ahí encontré muchas ricas experiencias.
“Profundizar en ese sector de la sociedad cubana, me llevó a entenderme primero a mí y luego entender a los que me rodean, de entre los que surgen los personajes de mis obras, que son versiones de entes reales que conocí, como María Antonia, una mujer de la barriada de El Canal, en el Cerro, cuyo verdadero nombre era Candelaria.
“Esta negra violenta, que lucha por defender su derecho de ser mujer y darse a respetar en un contexto donde el machismo es preponderante, pelea por defender el amor, un sentimiento que no se traiciona ni se vende y que ella lo busca en Julián, en quien depositó todo su amor. Esa circunstancia me dio la posibilidad de ir más allá, pues también Julián tenía su mundo”.
Agradeciendo su labor y presencia de excelencia.
Nadie como él, para ofrecernos generosamente espejos y reflexiones del ser cubano, como esa otra dimensión de lo universal.
Que alegría y satisfacción para todos al apreciar la sala del teatro plena de espectadores en el deleite de actores remarcable.
Hay seres de luz y progreso, Eugenio es uno de lo elegido que traza en el espíritu la memoria ancestral de lo que somos como individuos y nación.
Gracias a Trabajadores por este homenaje.
Un saludo cordial