La noticia deportiva de Cuba este 12 de octubre llegó desde Tashkent. El protagonista del hecho es matancero y se llama Andy Granda. El deporte del alegrón fue nuestro judo en un campeonato mundial. Y como si fuera poco el título para esta crónica se lo pedí prestado a un colega tras comentar un post inicial con el flash de la noticia: Andy Granda, oro universal.
Minutos después, vía WhatsApp, pude conversar con el nuevo monarca universal de la división más corpulenta (+ 100 kg), mientras esperaba para hacerse la prueba doping. Preguntas y emociones de un lado y hacia el otro me devolvieron esa nobleza que siempre ha tenido Granda para evitar hablar de sí mismo, quién tenía como su podio más acariciado el oro de los Juegos Panamericanos de Lima 2019.
“Gracias a todos los que están escribiéndome y felicitándome. Es el día más grande de mi vida. Pienso en primer lugar en mi niña Adys Inés; en mi abuelo que falleció estando entrenado estos últimos meses por Europa; en los entrenadores que me formaron y en los que están hoy en el equipo nacional; en mis compañeros que no pararon de apoyarme hoy en toda la competencia…”
Aprecio que Andy está sonriente, pero nervioso todavía. Lograr la cúspide para Cuba en un torneo de altísimo nivel, en el último minuto, en el último combate, devolvió el suspiro de un podio y la esperanza de nuevos metales para una disciplina que acumula ahora 19 campeones del orbe, tres de ellos masculino (Manolo Poulot y Asley González lo consiguieron antes).
Vuelvo a las preguntas y su valoración sobre cada una de las peleas este miércoles. Andy reconoce que “el combate más difícil fue el primero ante el húngaro Richard Sipocz porque era el pre-arranque, un momento que siempre me ha costado trabajo. Luego vinieron las victorias contra el austríaco Daniel Allerstorfer y el georgiano Guram Tushishvili…”
¿Era este el que se veía más difícil en el organigrama?, interrumpo y me contesta claro y fuerte. “Se equivocó en una técnica que intentó hacer y lo aproveché para marcarle ippón. Me sentía muy fuerte y motivado. Ya en semifinales vencí al holandés Roy Meyer con dos wazaris y en la final contra el japonés Tatsuru Saito diseñamos una estrategia perfecta”.
Indago entonces por ese último enfrentamiento con un representante al que nunca había tenido frente a frente en un tatami y vuelve a mostrarse sonriente. “Decidimos que tenía que moverme mucho, no permitirle el agarre y a su vez llevar siempre la iniciativa. Eso parece que lo desconcertó y le saqué las tres penalizaciones que me dieron la victoria”, contó orgulloso el yumurino, quien acto seguido adelantó: “ahora nadie me detiene los sueños de una medalla olímpica en París, para eso me prepararé”.
La tecnología volvió a permitirme felicitarlo. Tantas conversaciones previas, tantos secretos guardados, Andy Granda es hoy el único campeón mundial del deporte cubano en la rama masculina este 2022. Desde ya es candidato a mejor deportista del año. Me atrevo a esa última interrogante y volvió a salir su nobleza.
“No decido eso. Creo que son ustedes los periodistas. Estoy contento por lo hecho porque además aquí somos tres matanceros en el equipo y me tocó el honor de poner la medalla y dedicársela a nuestra provincia, que sufrió en agosto un gran desastre en la base de los súper tanqueros, cuando nosotros estábamos entrenando en Europa”.
Lo llaman ya para la prueba doping y aprecio que sus contrarios, la prensa de la Federación Internacional de Judo y sus compañeros andan todavía esperando para felicitarlo. Aprecio el gesto de Andy Granda. Cuba y el judo tienen para festejar ya. Y claro que sí, para festejar en grande.